Page 533 - El cazador de sueños
P. 533

12




           Jonesy ya llevaba doce o catorce vueltas por el despacho. Se detuvo un momento
           detrás de la silla del escritorio, tocándose la cadera distraídamente, y emprendió la

           enésima  ronda  sin  interrumpir  el  recuento  de  pasos.  Siempre  tan  obsesivo-
           compulsivo, este Jonesy.
               Uno… dos… tres…

               Lo de la rusa era una historia muy buena, el típico cuento de terror elevado a sus
           mayores  cotas  (donde  se  codeaba  con  otros  del  tipo  casas  encantadas  que  han

           presenciado asesinatos múltiples, accidentes de carretera horrendos…). Por otro lado,
           era indudable que aclaraba los planes del señor Gray referentes al pobre collie Lad,
           pero ¿de qué le servía a Jonesy saber adonde iba el señor Gray? En el fondo…
               Otra vez a la silla, cuarenta y ocho, cuarenta y nueve, y… eh, eh, un momento.

           ¿Aquí qué coño pasa? ¿La primera vuelta del despacho no la había hecho en sólo
           treinta y cuatro pasos? Entonces ¿cómo podía ser que ahora hicieran falta cincuenta?

           Ni arrastraba los pies ni daba pasitos cortos, conque… Lo has estado agrandando,
           pensó. A cada vuelta se ha hecho un poco mayor. La habitación es tuya, ¿no? Seguro
           que  si  quisieras  podrías  hacerla  tan  grande  como  la  sala  de  baile  del  Waldorf-
           Astoria… y sin poder remediarlo el señor Gray.

               —¿En serio? —susurró Jonesy detrás de la silla y con una mano en el respaldo,
           como posando para un retrato. La pregunta no requería respuesta. Bastaba con mirar.

           En efecto, la habitación había crecido.
               Venía  Henry.  Si  le  acompañaba  Duddits,  sería  facilísimo  seguir  al  señor  Gray,
           aunque cambiara mil veces de vehículo, porque Duddits veía la línea. Primero les
           había llevado en sueños hasta Richie Grenadeau, después, en la realidad, hasta Josie

           Rinkenhauer, y ahora le costaría tan poco orientar a Henry como a un lebrel encontrar
           la madriguera del zorro. El problema era la puñetera ventaja del señor Gray, como

           mínimo de una hora. En cuanto el señor Gray hubiera arrojado al perro por la tubería,
           ya no habría nada que hacer. En teoría quedaría tiempo para cerrar el suministro de
           agua de Boston, pero sólo si Henry conseguía convencer a alguien de que tomara una

           medida tan drástica, y eso Jonesy lo dudaba. Además, ¿y toda la gente que bebería
           agua casi enseguida a medio camino? Seis mil quinientos en Ware, mil cien en Athol,
           y en Worcester más de quince mil. En todos esos casos, el margen no sería de meses,

           sino de semanas, y en algunos de días.
               ¿Había alguna manera de entorpecer el avance de aquel hijo de puta, y de darle a
           Henry la oportunidad de recortar distancias?

               Jonesy miró el atrapasueños, y en ese momento cambió algo en la sala: se oyó
           una  especie  de  suspiro,  como  los  que  se  supone  que  hacen  los  fantasmas  en  las
           sesiones de espiritismo. Pero no era ningún fantasma, y Jonesy notó un cosquilleo en



                                        www.lectulandia.com - Página 533
   528   529   530   531   532   533   534   535   536   537   538