Page 60 - El cazador de sueños
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Toda la noche en el bosque.
La sonrisa de Beaver se mantuvo, pero ahora era de preocupación. Jonesy,
intuyendo lo que se avecinaba, deseó poder hacer callar a su amigo. Tenía la
impresión de que McCarthy era bastante religioso, y de que podían molestarle las
palabrotas. Claro que pedirle a Beaver que no fuera malhablado era como pedirle al
viento que no soplara.
—¡Joder! —exclamó Beaver—. ¡Qué putada! ¡Pues hombre, siéntese y coma! Tú
también, Jonesy.
—No, cómetelo tú —dijo Jonesy—, que vienes de la nieve.
—¿Seguro?
—Seguro. Me apetece hacerme unos huevos revueltos, mientras te explica Rick lo
que le ha pasado.
Quizá le veas más lógica que yo, pensó.
—Vale. —Beaver se quitó su chaqueta (roja) y su chaleco (naranja, por supuesto),
y estuvo a punto de arrojar ambas cosas en el montón de la leña, pero se lo pensó
mejor—. Espera, espera, que llevo algo que puede interesarte.
Hundió la mano en un bolsillo de la chaqueta de plumón, hurgó un poco y sacó un
libro de bolsillo cuyo único defecto era estar un poco doblado. La portada
representaba a varios diablillos con sus horcas: Small Vices, de Robert Parker. Era el
libro que leía Jonesy en la plataforma.
Beaver, sonriente, se lo tendió.
—No he cogido el saco de dormir, pero he pensado que si no te enterabas de
quién era el asesino no podrías dormir en toda la noche.
—No hacía falta que subieras —dijo Jonesy; pero estaba conmovido, como sólo
podía conmoverle Beaver. Su amigo había vuelto en plena ventisca y, al pasar por el
observatorio del árbol, no había podido ver con claridad si estaba Jonesy. Podría
haberle llamado, pero eso a Beaver no le bastaba. Tenía que ver las cosas por sí
mismo.
—No ha sido molestia —dijo Beaver.
Tomó asiento al lado de McCarthy, que le miraba como se mira a un animal
pequeño, novedoso y ligeramente exótico.
—Bueno, pues gracias —dijo Jonesy—. Y ahora a por los sandwiches. Yo voy a
hacerme huevos. —Empezó a alejarse y dio media vuelta—. ¿Y Pete y Henry? ¿Tú
crees que volverán sin problemas?
Beaver abrió la boca, pero se adelantó el viento a su respuesta, haciendo crujir las
paredes y arrancando a los aleros un silbido lúgubre.
—¡Sólo es un poco de nieve! —dijo Beaver en cuanto amainó—. No te
preocupes, que vendrán. Lo que ya es otro asunto, si es verdad que viene una
borrasca seria, será volver a salir.
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