Page 622 - El cazador de sueños
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NOTA DEL AUTOR




           Nunca he estado tan contento de escribir como durante la confección de El cazador

           de sueños (Dreamcatcher) (16 de noviembre de 1999 - 29 de mayo de 2000). A lo
           largo  de  esos  seis  meses  y  medio  sufrí  un  gran  malestar  físico,  y  el  libro  me
           transportó. El lector verá que algunas partes del malestar físico me siguieron hasta el

           relato,  pero  lo  que  más  recuerdo  es  el  alivio  sublime  que  nos  proporcionan  los
           sueños.
               Me  ayudó  mucha  gente.  Una,  mi  mujer  Tabitha,  que  se  negó  en  redondo  a

           referirse  a  la  novela  por  su  título  original,  Cáncer.  Lo  consideraba  feo,  y  una
           invitación a la mala suerte y los problemas. He acabado por compartir su punto de
           vista, y ya no se refiere a él como «el libro ese» o «el de los bichos caca».

               También estoy en deuda con Bill Pula, que me llevó en cuatro por cuatro por el
           embalse de Quabbin, y a sus acompañantes Peter Baldracci, Terry Campbell y Joe
           McGinn. Otro grupo de personas, que quizá prefieran no ser nombradas, me llevaron

           en  Humvee  detrás  de  la  base  aérea  de  la  Air  National  Guard  y  cometieron  la
           imprudencia  de  dejarme  conducir,  asegurándome  que  era  imposible  quedarse
           atascado. Faltó poco. Volví manchado de barro, y contentísimo. También quieren que

           diga que los Humvee funcionan mejor con barro que con nieve. En ese aspecto, yo he
           novelado sus capacidades para que se adecuasen a mi relato.

               Vaya también mi agradecimiento a Susan Moldow y Nan Graham, de Scribner, a
           Chuck Verrill, responsable de la revisión, y a Arthur Greene, que actuó como agente.
           Tampoco  debo  olvidarme  de  Ralph  Vicinanza,  mi  agente  para  los  derechos  en  el
           extranjero, que encontró como mínimo seis maneras de decir «aquí no hay infección»

           en francés.
               Una  nota  final.  Este  libro  fue  escrito  con  el  mejor  procesador  de  textos  del

           mundo:  una  pluma  Waterman.  Escribir  a  mano  la  primera  redacción  de  un  libro
           extenso me ha dado un sentido del lenguaje que no había tenido en muchos años. Una
           noche (durante un corte de electricidad), hasta escribí con velas. En el siglo XXI se
           encuentran pocas oportunidades así, y hay que saborearlas.

               Y a quienes hayan llegado tan lejos, gracias por leer mi relato.





                                                                                          STEPHEN KING














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