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Se acabó la tranquilidad
Emily Anahi Montero Angulo
Día 1: 17/09/2018
De la suntuosa cocina sale plato tras plato. Todos ellos preparados en un tiempo récord y con
un alto grado de perfección. Sencillos pero magníficos.
Estoy tan orgullosa de mi trabajo y de dirigir esta cocina... Soy la jefa principal de cocina, más
conocida como la “chef”. Mi vida va viento en popa desde que conseguí el trabajo de mis
sueños. Tengo un hogar que puedo compartir con Tommy, mi adorable y tierno gatito.
Para haber obtenido lo que tengo ahora, tuve que trabajar arduamente. Incluso tuve que ir en
contra de mi familia, hasta entonces mis amados padres. Para mi ellos eran el pilar
indestructible que tenía. Cuando les conté mis sueños, no dudaron en ningún momento en
echarme de casa. Era eso o renunciar a mis sueños si pretendía quedarme. Me dijeron:
“vaya forma de desperdiciar tu vida, teniendo tan buenas calificaciones e inteligencia. Podrías
hacer algo mejor, como por ejemplo dedicarte a la ciencia”. Ahí me di cuenta que tendría que
seguir sola mi camino. No fue fácil pero ahora estoy demostrando que no fue imposible.
Ahora recibo elogios de mis colegas, soy reconocida nacional e internacionalmente y mi
trabajo está evaluado con cinco estrellas Michelín. Pensaba que todo era perfecto, mas no
sabía lo que se avecinaba.
DDía 2: 20/09/2018
La brisa estaba serena en el patio trasero de mi casa. Estaba acostada en el césped verde,
leyendo uno de mis libros favoritos cuando escuché cristales rompiéndose dentro del salón.
En un principio pensé que Tommy hacía de sus travesuras, sin embargo, cuando llegué al
lugar donde había cristales rotos, mi sorpresa fue muy grande. Había un vagabundo dentro
de mi domicilio. Lo que me pareció muy raro fue que solamente había cogido comida y no
objetos valiosos. También había tomado un vaso de cristal para beber agua. Éste - se cayó
porque el gato arañó al sujeto en la mano que trataba de acariciar. Cuando el hombre me vio
se arrodilló suplicando que no le denunciara ni llamara a la policía. En ese momento,
solamente sentí compasión por él. Así que con un poco de desconfianza, le ofrecí comida. En
su cara morena por el sol y la suciedad de la calle, sus ojos color avellana brillaban por la
invitación y con algunas lágrimas cayendo por sus mejillas me dió las gracias y pidió perdón
por el desastre. Me sonrió, a pesar de que vivía en la calle tenía perlas en la boca. Le devolví la
sonrisa. Le insté a que fuera a lavarse las manos y la cara mientras yo hacía la comida. Le
preparé algo sencillo pero le puse mucho empeño. Él tomó asiento con toda la confianza y
miraba curioso a su alrededor. Le serví la comida y cuando probó el primer trozo de carne, se
limitó a verme y decir que era una delicia. Sentí gratitud. En ese momento pensé por qué un
vagabundo amaba mi talento pero mis padres lo despreciaron.
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