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lo importante es el logro conseguido, producto del camino recorrido, y ESTIGMAS DE UN LUGAR
en lo que me he convertido con esfuerzo y sacrificio. Gracias familia y
amigos por siempre apoyarme, mucho más durante el internado; no lo
hubiera terminado sin su ayuda, amor eterno y aliento a distancia. Esto ocurre un año atrás desde la fecha de escritura de estas líneas,
Los sueños son para cumplirlos, no para abandonarlos. Las oportu- mayo 2020, luego del sorteo y elección de plaza para cumplir con el año
nidades están para aprovecharlas, no para dejarlas pasar creyendo que de medicina rural.
habrá otras. El momento es ahora, no mañana, ni en tres meses. Es tras- Pensé, en su momento, que me equivoqué en la decisión tomada en
cendental disfrutar de la aventura llamada internado. relación con el lugar donde viviría aquella etapa del proceso de forma-
ción; sin embargo, fue lo mejor que me pasó, ya que la vida me ubicó en
el sitio preciso, con las personas correctas en un momento determinado
Autora: IRM. Gema Intriago que me haría crecer de manera notable.
La localidad es a cuatro horas de distancia de mi hogar. Locación con
abundante vegetación, de clima tibio, cuya población está conformada
por compatriotas de las diferentes provincias del territorio nacional.
Desde el terminal, en el único bus que llegaba al destino, partí un jueves
hacia allá, cargando la maleta, un colchón, incertidumbre, ansiedad y
miedo sin saber a dónde iba a llegar, ni cómo iba a pasar la noche, entre
otras consideraciones.
Luego de tres horas y media de viaje, me acerqué a uno de los pocos
pasajeros que quedaba en la unidad, para preguntarle dónde quedaba la
población. “Una parada antes que el bus termine su recorrido” fue su
amable respuesta, la que obviamente me dejó en las mismas condiciones
originales ante el desconocimiento de la ruta y sus componentes; por lo
tanto, estuve atento al trayecto todo el tiempo, el mismo que estaba ma-
tizado de lluvia, densa neblina y la oscuridad de la noche. A la hora de la
hora, quedábamos el chofer y yo, a quien le consulté sobre cuánto faltaba
para llegar; “Ya nos pasamos un poco” me contestó. Tomé mi equipaje y
me bajé de inmediato, casi al vuelo.
Para dar con la dirección, caminé quince minutos y el objetivo era en-
contrar el centro de salud, de una vez, para presentarme. Empapado llegué
al umbral de la puerta, a la que salieron a recibirme, de manera educada,
efusiva y hospitalaria, tanto el médico, como la licenciada y un profesor
de inglés, que vivían allí. Sus primeras palabras fueron: “¡Juntos vamos
a hacer de este sitio el mejor lugar de trabajo, con el mejor equipo!” Sin
duda alguna fue reconfortante escuchar de sus voces aquello, así como el
recibimiento brindado.
Cumplidas dos semanas, llegó una señora gritando por ayuda; sí,
gritando. Me le acerqué para ver de qué se trataba y me llevó a otro
sitio, en el cual encontré a un señor acostado en una cama, con dificultad
para respirar, sudoración profusa y desesperado. Sobre la marcha le pre-
gunté su nombre, sin recibir respuesta; insistí y me contestó de manera
equivocada, lo que me indicó su estado de confusión. La lectura de sus
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