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la necesidad de renovar la sala de partos, razón que llevó al servicio a su               segunda ambulancia, la cual también se dañó y tardé horas en regresar,
            cierre y el hospital dejó de recibir mujeres embarazadas, las cuales eran                 para el momento que llegué al hospital, solo mencionaron mi nombre, y
            referidas a las clínicas más cercanas a menos que sean emergencias, o                     aplaudieron. Pasé al frente del auditorio sin saber muy bien qué estaba
            que el parto sea inminente, y a dichas pacientes las atendíamos en el qui-                sucediendo, era un reconocimiento a la mala suerte, el cual se vio acom-
            rófano de emergencias. Mis compañeros comentaban lo fácil que estu-                       pañado de un bonito ramo de ortiga, planta ancestral utilizada en baños
            vieron sus turnos nocturnos, pues máximo habían tenido 1 o 2 pacientes,                   para atraer la buena suerte y alejar las malas vibras.
            además de unos 3 procedimientos básicos. Yo estaba emocionado por ex-
            perimentar una guardia fácil, pero esta nunca llegó. En mi primera noche
            con centro obstétrico cerrado, recibí 7 mujeres con preeclampsia, es una
            cantidad increíble, ni siquiera cuando el servicio funcionaba correcta-
            mente sucedió tal cosa, fue realmente pesado, pero los siguientes días
            mis compañeros tuvieron una paciente o ninguna, por lo que guardaba las
            esperanzas de que haya sido coincidencia y que la siguiente noche que
            sea mi turno, podría descansar.

               Pero no, hubo 5 ingresos de mujeres con preeclampsia, “¡mala mi
            suerte!”. Recuerdo que hasta médicos de neonatología  decían que la
            guardia iba a ser pesada si estaba yo en ginecología, pues aseguraban, al
            igual que mis compañeros, que cuando yo estaba de turno, se llenaban de
            pacientes y que a todas las mujeres embarazadas les daba ganas de dar a
            luz a la vez. Tres expulsivos simultáneos era algo que me había ocurrido                    Así como mi primer día lo inicié con guardia, mi último día lo terminé
            en varias ocasiones.
                                                                                                      de la misma forma, fue una noche increíble, tuvimos un agradable festín
               Ansiaba mucho la rotación de traumatología, pues había escuchado                       nocturno que incluyó a todos los del servicio, comimos pizza y nos des-
            que a partir de las 3 de la madrugada no llegaban más emergencias, y se                   pedimos. La parte interesante es que, una vez cumplidas las horas, solo
            podía dormir durante la impresionante cantidad de 3 horas; algo envi-                     faltaba realizar un electrocardiograma a un paciente, el último paciente
            diable para cualquiera de los servicios por los que roté. Pues bien, nada                 que vería y entonces sería libre, pero el electrocardiógrafo había desapa-
            más alejado de la realidad, incluso el médico posgradista con el que rea-                 recido del lugar. Era mi único pendiente antes de poder retirarme a mi
            lizaba mis turnos me comentaba que nunca había tenido tantas emergen-                     casa, y tardó 3 horas en aparecer el nuevo grupo de internos que tomarían
            cias, y que todo era causado por mi mala suerte.                                          el servicio, y así finalmente pude entregar el turno además de la orden
                                                                                                      del electrocardiograma. Una vez fuera, junto a mi compañero de guardia,
               Medicina interna fue la última de mis rotaciones y, para estas alturas,
            ya tenía una reputación muy conocida en el hospital como el interno de                    decidimos que una cerveza era la manera perfecta de culminar esta etapa.
            la mala suerte. Aquel en cuyas guardias ingresan oleadas de pacientes,                      El punto de este relato no es la queja ni mucho menos, es hacer en-
            y muchos de ellos con patologías no tan comunes, ciertamente agotador                     tender que por pesada que sea la situación, por complicada que esté la
            para el team médico que me acompañe, eso era motivo de reclamos amis-                     guardia, por injusto que sea el regaño, se puede con eso y más. La etapa
            tosos que causaba gracia a todos, incluyéndome a mí. En ese servicio,                     del internado es el año más bonito de la carrera, pero también el más
            uno de los recuerdos más perturbadores fue un día cuando a las 7 de la                    difícil, si eres médico o interno seguro estás de acuerdo, y si eres estu-
            mañana, justo al pasar la visita matutina, al abrir la puerta un paciente                 diante, prepárate para lo que viene colega.
            murió al instante, si eso no es una extraña coincidencia, no sé qué sea.
               Por ser la última rotación y verse cerca el fin del internado, los in-                                         Autor: Md. Carlos Alberto Mora Campana
            ternos menores decidieron  realizar  una despedida para quienes nos
            íbamos del hospital, desconocía que me harían un reconocimiento, diver-
            tida la forma en la que se confirmó mi suerte, justo antes de la despedida
            tuve que acompañar a un paciente a una transferencia a otro hospital, y
            durante el regreso, la ambulancia se descompuso. Tuve que esperar una
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