Page 59 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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El día después                    55


                   confía en él. La certeza de que hay un Dios que nos ama más allá de lo
                   que podemos entender nos llena de esperanza. No hay ninguna circuns-
                   tancia que enfrentemos en la vida para la que Dios no esté preparado.

                   La esperanza no decepciona
                      En Cristo hay esperanza. No hay mayor desafío que la esperanza en
                   Dios. El Cristo que nos creó y se preocupa por nosotros fue más allá y
                   nos redimió. Somos suyos por partida doble. Cuando los seres perfec-
                   tos que creó se rebelaron contra su voluntad en el Jardín del Edén, el
                   amor encontró una salida. Hay esperanza para la raza de Adán. Jesús
                   es el “Cordero que fue sacrificado antes de la creación del mundo”
                   (Apocalipsis 13:8).
                      El plan divino de salvación se hizo eco en todo el Universo. El Hijo de
                   Dios, Jesucristo, dejó el cielo y vino a este planeta rebelde para revelar el
                   amor de Dios por los innumerables mundos y satisfacer la demanda de
                   justicia. En el punto donde Adán falló, Jesús tuvo éxito. En su vida y su
                   muerte, reveló el amor del Padre, cumplió las exigencias de la Ley y re-
                   sistió las tentaciones más terribles de Satanás. Llevó la vida perfecta que
                   deberíamos haber vivido y sufrió la muerte que merecíamos. Sabemos
                   que “la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es
                   la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23).
                      La gracia, el perdón y la misericordia fluyen de su corazón de amor
                   infinito. Hay esperanza en Cristo. En él, estamos convencidos de que
                   nuestros pecados no son demasiado grandes para ser perdonados.
                   Tenemos la esperanza de que nuestras tentaciones no sean demasia-
                   do grandes para ser vencidas, la esperanza de que nuestros desafíos no
                   sean demasiado grandes como para ser superados y la esperanza de que
                   nuestro mañana será mucho mejor que el hoy.
                      Cristo nos ofrece mucho más que la garantía de estar con nosotros
                   hoy. La esperanza que Cristo ofrece avizora más allá de este mundo y
                   mira hacia el futuro. Es la esperanza de su pronto regreso. Jesús vino una
                   vez para revelar el amor del Padre y para conquistar el derecho legal de
                   redimirnos. Y vendrá por segunda vez a buscar a aquellos que compró
                   con su sacrificio.
                      Esta es la esperanza que transforma nuestra vida. Un día seremos
                   liberados de este campo de concentración de pecado y sufrimiento.
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