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PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN ESPAÑOLA
un Estado que impone sus criterios y fines a la gente (cap.VI); o su defensa
de la propiedad privada y del mercado —que es ciego, como la justicia— en
tanto que protector de los débiles (caps. VII y VIII), o de un orden interna-
cional decimonónico, liberal y pacífico (cap. XV). También son destacables
sus advertencias sobre la tensión entre seguridad y libertad (cap.IX) y sobre
la degradación moral del intervencionismo (caps. X, XI, XIII y XIV).
Probablemente lo más insatisfactorio de este libro desde la perspectiva
liberal sea su debilidad a la hora de analizar la democracia intervenida,
aunque sea una realidad mucho más patente y generalizada en nuestro
tiempo que en 1944.Una objeción ya planteada entonces fue que Hayek iden-
tificaba intervención y planificación con totalitarismo. Contra esto se alza-
ron los partidarios de la combinación de socialismo y capitalismo, es decir,
de la ideología que iba a resultar predominante con el paso del tiempo.
Recordemos que en esos años ya se hablaba de la middle way, que fue el
título de un libro que el futuro primer ministro Macmillan publicó en 1938.
Otra vez,conviene situarse en contexto.Hoy los socialistas e incluso los comu-
nistas apuestan en masa por el capitalismo intervenido y redistribuidor, y
no por el socialismo totalmente expropiador; quieren empresas privadas y
economías de mercado, reguladas pero competitivas. Esto no era en abso-
luto así cuando Hayek publicó Camino de servidumbre, cuyos lectores de
izquierdas probablemente habrían sido partidarios de una economía socia-
lista de estilo soviético en un abultado porcentaje. En ese marco, proponer
una Seguridad Social que no atente contra la competencia y el mercado, o
que busque una red mínima de protección, que es lo que hace Hayek, no es
lo mismo que proponerlo en la actualidad.
Ahora bien, incluso con este matiz, lo cierto es que Hayek se equivocó
al proponer esta vía intermedia, igual que se equivocó al creer que la de-
mocracia podría frenar la expansión estatal. Esa democracia ha llevado el
gasto público al entorno del 50% de la renta nacional, algo que para el eco-
nomista austriaco era incompatible con la libertad,pero también con la demo-
cracia, porque equivalía al dominio de todo el sistema a cargo del Estado
(cap. V).
Lo que Hayek no supo prever fue la enorme capacidad de la democra-
cia para legitimar el poder de un Estado intervencionista y redistribuidor,
un Estado que no seguiría los esquemas de Marx sino los de Mill o Keynes.
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