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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  este relativismo intelectual que niega la existencia de verdades que pueden
                  ser reconocidas independientemente de la raza, nación, o clase hay sólo un
                  paso hacia la postura que coloca al sentimiento por encima del pensamiento
                  racional.
                     Que el antiliberalismo y el antirracionalismo están íntimamente liga-
                  dos entre sí, es algo que se comprende fácilmente, y de hecho es inevita-
                  ble. Si se justifica el imperio de la fuerza por parte de algún grupo privile-
                  giado, su superioridad ha de ser aceptada, pues no puede demostrarse. Pero
                  lo que no se entiende tan fácilmente —si bien es de inmensa importancia—
                  es el hecho, ilustrado por las realidades de Alemania y Rusia, de que el anti-
                  liberalismo, que si se limita al campo económico tiene hoy las simpatías de
                  casi todo el resto del mundo, lleva inevitablemente a un reinado de la coer-
                  ción, a la intolerancia y a la supresión de la libertad intelectual. La lógica
                  inherente al colectivismo hace imposible encerrarlo en una esfera limitada.
                  Más allá de ciertos límites,la acción colectiva en interés de todos sólo se hace
                  posible si todos pueden ser obligados a aceptar como su interés común lo
                  que quienes están en el poder dicen lo que se debe aceptar. En ese momento,
                  la coerción debe extenderse a las metas e ideas últimas de los individuos y
                  debe intentar situar la Weltanschauung de cada uno en la misma línea de
                  ideas de sus gobernantes.
                     El carácter colectivista y antiindividualista del Nacionalsocialismo
                  alemán no cambia mucho por el hecho de que no se trate de un socialismo
                  proletario sino de clases medias, y que se inclina, por lo tanto, a favorecer
                  a los pequeños artesanos y tenderos y a establecer un límite algo más alto
                  en cuanto al reconocimiento de la propiedad privada que el del comunismo.
                  En el primer ejemplo, reconocerá probablemente, de forma nominal, la
                  propiedad privada en general. Pero la iniciativa privada puede verse rodeada
                  de restricciones a la competencia de modo que queda poca libertad. Los arte-
                  sanos, los tenderos y los profesionales, con toda probabilidad, serán orga-
                  nizados en gremios, como los de los oficios medievales, que regularían sus
                  actividades. En el caso de los capitalistas más ricos el control del estado y
                  las restricciones a los ingresos dejarían poco más que el nombre de propie-
                  dad, incluso cuando la intención de corregir la acumulación indebida de
                  riqueza en manos de los individuos todavía no se ha llevado a cabo. Incluso
                  en el momento presente los comisarios del estado han sido contratados por

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