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APÉNDICE: DOCUMENTOS RELACIONADOS

               colectiva) resultará nueva para todos los lectores americanos excepto para
               aquellos que han leído o escuchado las opiniones de William Benton; mien-
               tras que el trasfondo alemán de Hayek lo capacita para dar nuevo apoyo al
               debate respecto a que el socialismo es el padre del nazismo.
                  Quienes no están convencidos de entrada de las tesis de Hayek proba-
               blemente aprenderán más de sus argumentos que los que sí lo están. Hayek
               (Capítulo IV) siente un gran desprecio por el método cuasi-científico de las
               «tendencias», de las «las oleadas del mañana». Los partidarios de la planifi-
               cación porque aman la voluntad inevitable, quizá tras leer a Hayek revisen
               su fe o sus gustos. Quizá comiencen a pensar en términos de fines y medios
               y no de profecías.
                  Es cierto que el propio Hayek alimenta muy poco este pensamiento con-
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               creto. Como él mismo dice al final del libro (páginas 177, 179), este es casi
               exclusivamente crítico, no constructivo. Su técnica es de blanco y negro. Se
               muestra impaciente por llegar a compromisos (página 31). Está escrito con
               la pasión y la ardiente claridad de un gran doctrinario. Hayek tiene la since-
               ridad de alguien que ha tenido una visión del peligro que otros no han visto.
               Advierte a sus semejantes con amorosa impaciencia.
                  Así,pues,los mejores capítulos del libro son negativos o formales.Hay un
               excelente y realmente inspirado capítulo,el «Estado de derecho» (Capítulo VI);
               pero Hayek tiene poco que decir en cuanto a cómo el Estado de Derecho (es
               decir, la evitación de las decisiones administrativas ad hoc) podrían aplicarse
               como instrumentos para mitigar el desempleo por medios monetarios, o para
               combatir a los monopolistas. Sobre tales puntos Hayek da sólo vagas pistas
               (páginas 90, 147).Ya que en este país los términos «plan» y «socialismo» se
               han utilizado frecuentemente en el sentido de incluir las políticas monetarias
               y fiscales, la seguridad social, e incluso el impuesto progresivo sobre la renta,
               el lector americano esperará posiblemente que Hayek haga una demarcación
               concreta entre lo que el libro llama «planificación en el buen sentido» y la (no
               deseable) planificación como tal.De hecho,los capítulos no económicos (el que
               trata de «El fin de la verdad», por ejemplo) son más imponentes que los
               económicos.



                  9. [La numeración de las páginas en el informe de Marschak se ha tomado del manuscrito ori-
               ginal de Hayek, por lo que no corresponde a la numeración del presente texto. —Ed.]

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