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Paisajes culturales   91







                                                                       explotación ganadera y cañera empezó a extenderse, estos
                                                                       límites  se  fueron  ampliando  notablemente.  Todavía  los
                                                                       viajeros del siglo XIX dan fe de la existencia de una abun-
                                                                       dante flora en estas regiones ahora tan deterioradas. Así,
                                                                       un  oficial  de  lanceros  del  ejército  de  Maximiliano,  Esta-
                                                                       nislao Wodzicki, nos dice:

                                                                           Todo el camino de Soledad a Córdoba fue una larga cadena
                                                                           de  decorados  teatrales.  Unas  hermosas  colinas  elevándose
                                                                           una sobre otra, en todas partes cubiertas de bosques, pero
                                                                           ¡qué bosques! Mis ojos nunca antes los habían visto parecidos.
                                                                           Unos penachos y unas flores magníficas y multicolores, hojas
                                                                           de varios metros de largo y todo ello entretejido de bejucos
                                                                           tan tupidos que parecía imposible avanzar siquiera un paso
                                                                           desde el camino hacia el fondo. En medio de estos bosques
                                                                           hay una multitud de numerosas especies de pájaros ruidosos
                                                                           de  colores  flamantes;  de  pronto  pasan  volando  unas
                                                                           preciosas moscas fulgurantes; en otro momento, los paja-
                                                                           ritos llamados colibríes, como grandes avispones, centellean
                                                                           en los rayos del sol cual cintas de piedras preciosas. Por el
                                                                           contrario, reina allá el desorden y la desidia; yace tendida
                                                                           una  mula  muerta  rodeada  de  una  jauría  de  perros  que  la
                                                                           desgarran. Los atrevidos zopilotes se acercan expulsando a
                                                                           los perros. Esta ave repugnante del tamaño de un pavo,
                                                                           de color negro con la cabeza calva, se alimenta solamente de
                                                                           carroña y es la que tiene la misión de limpiar los caminos
                                                                           y las calles en todo el país. Por lo mismo, esas aves, respe-
                                                                           tadas  por  todo  el  mundo,  son  tan  atrevidas  que,  muchas
                                                                           veces, cuando uno camina por la acera debe hacerlas retro-
                                                                           ceder  para  poder  pasar,  interrumpiendo  así  su  digestión
                                                                           asquerosa. Perciben la carroña a distancias extraordinarias
                                                                           y acuden enseguida desde las comarcas más lejanas para el
                                                                           banquete preparado. Siguen siempre al ejército esperando
                                                                           conseguir su bastimento. [Wodzicki, 1998: 41]



                                                                       Entre Xalapa y el litoral, el espectáculo no variaba mucho.
                                                                       Hacia 1836, otro viajero, el ruso F. P. Wrangel, después de
                                                                       explayarse en las excelencias de Xalapa y sus alrededores,
                                                                       nota el contraste en lo que al camino a Veracruz se refiere:

                                                                           El  recorrido  hasta  ahora  había  sido  poco  atractivo,  pero  a
                                                                           trechos encontrábamos paisajes amenos, sobre todo en las
                                                                           inmediaciones del puente. Es un hermoso puente de la época
                                                                           española; antes se llamaba Real y ahora lo llaman Nacional...
                                                                           Durante  la  revolución  el  puente  se  convirtió  en  un  punto
                                                                           militar estratégico de gran importancia, donde los soldados
                                                                           veracruzanos a menudo obtenían victorias sobre los encar-
                                                                           gados de respaldar el transporte de plata. [...] La comarca va

                                                                       Plano de la costa entre Veracruz y Antón Lizardo.
                                                                       Colección Orozco y Berra 40.
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