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colocados,  se  podía  acceder  al  escusado.

           Completaba la edificación una sala que usábamos
           de cocina-comedor, más dos piezas de las cuales
           una  fue  nuestro  dormitorio  y  la  otra un  depósito

           para  la  lana  y  la escardadora.  Esta  era  una
           máquina manual que separaba la lana apelmazada
           dejándola  más  esponjosa,  a  la  vez  que  se

           desprendía el polvo y la suciedad.
                  Cada  mañana  nuestra  labor  desarmando  un
           extremo  del  colchón,  sacaba  los bordes  y  los

           botones,  el  cotín  se lavaba o  se  cambiaba  y  se
           rellenaba nuevamente con la lana cardada, y se lo
           cosía. Esto lo hicimos por muchos años
                  hasta que don Juan murió de cáncer. Desde

           entonces  estoy  huérfano  y  solo,  ya que  soy  hijo
           único y además soltero.

                  Cuando  cumplí  45  años,  entre  mates,  el
           trabajo  y  los  programas  de  música  de  la radio
           pasaba  las  semanas  en  soledad.  Meses  después
           conocí  a  una  bella  mujer, que  cada  cuatro  días

           venía  a  visitarme.  Martha  era  muy  coqueta  pero
           poco
                  refinada,  siempre  la  atendía  bien,  pues,  me

           alegraba  con  sus  visitas  y  porque  me sobraba  el
           tiempo.  Comenzaba  la  moda  de  los  colchones
           sintéticos  de  gomaespuma que  además  eran

           económicos.

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