Page 104 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises
cigarrillos y de tabaco para pagar a los hombres. Camiones de alimentos llegan a
los campos. Se debe de pagar semanalmente a los presos; se les pagará cada quince
días o cada mes; se disminuirá el número de
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cigarrillos, se harán listas de malos trabajadores que no recibirán nada. Los
hombres reventarán por no poder fumar. ¿Qué importa? Los cigarrillos pasarán al
mercado negro. ¿Carne?, ¿mantequilla?, ¿azúcar? ¿miel?, ¿conservas? Una ración
más fuerte de lombardas, remolachas, nabos sazonados con un poco de zanahorias,
esto bastará. Incluso es buenísimo... ¿Leche? Mucha agua blanqueada, será perfecto.
Y el resto: carne, mantequilla, azúcar, miel, conservas, leche, patatas, al mercado
para la población civil alemana que paga y está compuesta por correctos
cindadanos. La gente de Berlín se dará por satisfecha con saber que todo ha llegado
bien. Basta con que los registros y la contabilidad estén en orden... ¿Harina? Pero
¿cómo?, se disminuirán las raciones de pan. Sin dar a conocer nada. Las raciones se
cortarán un poco más pequeñas. Los registros no se ocupan de estas cosas. Y los
amos de la S.S. estarán en excelentes relaciones con los comerciantes del lugar.»
(Páginas 145, 146 y 147.)
He a quí desmentida, al menos en lo que concierne a la alimentación, la leyenda según
la cual se había establecido en las «altas esferas» un plan para matar por hambre a los presos.
Berlín envía todo lo que hace falta para servirnos las raciones previstas, conforme a lo que se
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ha escrito a las familias, pero sin que lo sepa esto no se nos distribuye. ( ) ¿Y quién roba?
Los presos encargados
[185] de la distribución. David Rousset nos dice que es por orden de la S.S. a la cual entregan
el producto del robo: no, en primer lugar roban para ellos, se regalan de todo ante nuestros
ojos y pagan tributo a los de la S.S. para comprar su complicidad.
Así pues, estos famosos comités revolucionarios, de defensa de los intereses del campo
o de preparación de planes políticos para la postguerra, se reducen a esto y sin embargo han
podido engañar a la opinión pública en este punto. Yo dejo a otros el culidado de averiguar
las razones por las cuales ha sucedido así. Me permitiría sin embargo añadir aún que los que
lograron constituirlos, formar parte de ellos o asegurarles la autoridad que tuvieron en todos
los campos, sostenían el espíritu de adulación del que se hacían ellos mismos culpables frente
a la S.S. A propósito de las conferencias organizadas en el bloque 48 y a las cuales se ha
hecho alusión anteriormente, David Rousset cuenta también:
«Yo organicé pues una primera conferencia: un Stubendienst ruso, de
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El mismo fenómeno se ha puesto en evidencia en el proceso recientemente incoado contra la “Obra de las
madres y de los niños” de Versalles, cuya directora era la mujer del general Pallu. La instrucción del expediente
ha revelado que:
“Los niños estaban mal vestidos, en una repugnante suciedad, en una sala donde pululaban plagas de insectos. Los
jergones estaban podridos por los excrementos y la orina; los gusanos bullían en algunos de ellos. Había una sola
sábana y una manta. Todos los retretes estaban obstruidos. Los niños hacían sus necesidades donde se
encontraban. Estaban llenos de erupciones y de piojos.”
Eso como decorado. Allí han muerto de hambre 13 niños. Sin embargo la obra de la mujer del general, reconocida
de utilidad pública, además de las raciones normales recibía otras suplementarias. De esto, los niños no veían nada:
la mitad de la leche era agua, las materias grasas servían para la alimentación del personal, el azúcar estaba
racionado al máximo.
— Los niños tenían demasiado —ha dicho una vigilante.
A la mujer del general había que entregarle diariamente litro y medio de leche, chocolate, arroz, carne óy de
primera calidad. La directora, una morena menuda, enviaba a su familia paquetes de veinte kilos “de sus fondos
personales”.
Todos ellos estaban bien alimentados y no se extrañaban de esta alimentación escogida en la época de los nabos
para cada día.
¿Y los niños? Ah, era tan fácil. Ellos no reclamaban nada.
¿No había pues médicos? Naturalmente que sí. Se contentaban quizá con una visita temprano...
— ¿Este caso de sarampión? —dice el doctor Dupont—. Es corriente. Lo he cuidado normalmente. (¡sobre un
jergón podrido, con una sola manta!... entonces vino una bronconeumonía y la muerte...).
El sustituto interroga al otro médico, el Dr. Vaslin.
— ¿Acudió usted pues cuando se le hizo saber que el joven Dagorgne había sido transportado al hospital donde
murió a los dos días?
— No pude. Era la hora de mi almuerzo.... quiero decir de mi consulta. ( Le Populaire, 16 de mayo de 1950).
Esta página es digna de los mejores relatos de los campos de concentración. El drama ha tenido lugar en Francia y
la opinión pública no ha sabido nada de ello, ni tampoco la administración de la cual dependía la “Obra de las
madres y de los niños”, los niños morían allí como los presos de los campos, en las mismas condiciones y por las
mismas razones... ¡sin embargo en un país democrático!
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