Page 108 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises
disposiciones que hubiesen permitido al público conocer su declaración, de otro modo que a
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través de personas interpuestas, extendiéndola a dimensiones un poco mayores que las de un
párrafo llevado por incidencia a un testimonio de conjunto.
Una operación que era practicada periódicamente en todos los campos bajo el nombre
de «Selektion» no ha contribuido poco en difundir entre el público una opinión que ha
conseguido ganar su favor respecto al número de las cámaras de gas y al de sus víctimas.
Un buen día, los servicios sanitarios del campo recibían la orden de preparar la lista de
todos los enfermos considerados como ineptos para el trabajo por un período relativamente
largo o definitivamente y de reunirlos en un bloque especial. Después, llegaban camiones – o
un convoy de vagones – donde se les embarcaba y partían hacia un de stino desconocido . El
rumor entre los internados quería que fuesen dirigidos directamente a las cámaras de gas y, por
una especie de cruel irrisión, a los grupos formados en estas ocasiones se les denominaba
«Himmelskommandos», lo cual significaba que estaban compuestos por gente que partía hacia
el cielo. Naturalmente, todos los enfermos procuraban escapar a ellos.
Yo he visto llevar a cabo dos o tres «selecciones» en Dora: incluso escapé por
casualidad a una de ellas. Dora era un campo pequeño. Si bien el número de enfermos ineptos
fue siempre superior a los medios de que se disponía para cuidarlos, sólo alcanzó en muy raras
ocasiones proporciones susceptibles de entorpecer el trabajo o de paralizar la administración.
En Birkenau, del cual habla David Rousset en el resumen objeto de esta aclaración, era
diferente. El campo era muy grande: un hormiguero humano. El número de los ineptos era
considerable. Las «selecciones» en vez de hacerse como en Dora por la vía burocrática y por el
conducto de los servicios sanitarios, se decidían en el momento en que llegaban los camiones
o el convoy de
[192] vagones. Eran numerosas hasta el punto de repetirse a un ritmo cercano al de una por
semana y se practicaban según el aspecto. Entre la S.S. y la burocracia del campo por una
parte, y por otra la masa de presos que intentaba escapar, se podía asistir pues a verdaderas
escenas de caza del hombre en una atmósfera de locura general. Después de cada «selección»,
los que quedaban tenían el sentimiento de haber escapade provisionalmente a la cámara de gas.
Pero nada prueba irrefutablemente que todos los ineptos o considerados coma tales,
reclutados así por el procedimiento de Dora o bien por el de Birkenau, eran conducidos a las
cámaras de gas. En la operación de «selección» a la cual escapé en Dora, uno de mis
camaradas no tuvo la misma suerte que yo. Le vi partir y le compadecí. En 1946, yo creía aún
que había muerto asfixiado con todo el convoy del que formaba parte. En septiembre del
mismo año, le vi con asornbro presentarse en mi casa para invitarme a una manifestación
oficial que ya no recuerdo. Como le dije el sentimiento en el cual había vivido respecto a él,
me contó que el convoy en cuestión había sido conducido no a una cámara de gas sino a
Bergen-Belsen cuya misión era, al parecer, y más especialmente entonces, recibir para su
convalecencia a los deportados de todos los campos. Se puede comprobar: se trata del señor
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Mullin, empleado en la estación de Besançon. Por otra parte, en el bloque 48 de Buchenwald
yo había encontrado ya a un checo que había regresado de Birkenau en las mismas
condiciones.
¿Mi opinión sobre las cámaras de gas? Las hubo: no tantas como se cree. Exterminios
por este medio los hubo: no tantos como se ha dicho. El número no hace desaparecer en nada
la naturaleza del horror, pero el hecho de que se tratase de una medida dictada por un Estado
en nombre de una filosofía o de una doctrina aumentaría singularmente esa naturaleza. ¿Hay
que admitir que ha sido así? Es posible, pero no es seguro. La relación de causa a efecto entre
la existencia de las cámaras de gas y los exterminios no está in discutiblemente establecida
por los
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[193] textos que publica Eugen Kogon ( ) y me temo que aquellos a los cuales se refiere sin
transcribirlos lo establezcan aún menos.
Lo repito una vez más: el argumento que representó el mayor papel en este asunto
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¡Por una singular casualidad se encuentra en zona rusa!...
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De hecho, tras un viaje realizado en espantosas condiciones, llegó a un Bergen-Belsen en el cual convergían
convoys de ineptos procedentes de toda Alemania, a los cuales no se sabía donde alojar ni cómo alimentar, lo que
tenía el don de excitar a la S.S. y a las porras de los Kapos... El vivió allí días horribles y finalmente fue devuelto al
trabajo.
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Ni tampoco por los testimonios presentados ante el Tribunal de Nuremberg.
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