Page 103 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises
S.S., luego redactan programas de acción para la postguerra. Así, sin discriminacion alguna:
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«En Buchenwald, el comité central de la fracción comunista agrupaba
alemanes, checos, un ruso y un francés.» (Página 166.)
«Desde 1944, se preocupaban de las condiciones que se crearían para la
liquidación de la guerra. Tenían un gran miedo a que la S.S. les matase entes. Y no
era un miedo imaginario.» (Página 170.)
«En Buchenwald, aparte de la organización comunista que alcanzó sin duda
un grado de perfección y de eficiencia único en los anales de los campos, hubo
reuniones más o menos regulares entre elementos políticos que iban desde los
socialistes a la extrema derecha, y que preparaban un programa de acción común
para el regreso a Francia.» (Páginas 80 y 81.)
Todo esto es lógico: lo discultible es el hecho que sirve de punto de partida.
Hubo en todos los campos, ciertamente, aproximaciones entre los detenidos y discretas
formaciones de grupos: por afinidades y para soportar major la suerte común (en la masa), por
interés para conquistar el poder, para conservarlo o para ejercerlo mejor (en la
Häftlingsführung).
Tras la liberación los comunistas han podido hacer creer corroborados en esto por
David Rousset, que la base de su asociacyón era la doctrina a la cual habían conformado sus
actos. En realidad, esta base era el provecho material que podían sacar en cuanto a la
alimentación y a la salvaguardia de la vida los que formaban parte de la asociación. En los dos
campos que he conocido, la opinión general era que todo «comité», político o no, comunista
o de otro tipo, tenía principalmente el carácter de una asociación de ladrones de alimentos,
bajo cualquier forma que fuese. Nada vino a desmentir esta opinión. Por el contrario, todo la
corroboraba: los grupos de comunistas o de otros políticos enfrentándose; las modificaciones
en la composición de aquel grupo de entre ellos que detentaba el poder, y que siempre
ocurrían tras las diferencias sobre la repartición de lo obtenido en los pillajes; la distribución
de los puestos de mando, que seguía idéntico proceso, etc., etc.
Durante las semanas que pasé en el bloque 48 de Buchenwald, un grupo de presos que
acababa de llegar decidió tomar en sus
[183] manos el estado de ánimo de la masa. Poco a poco fue obteniendo cierta autoridad, y,
en especial, las relaciones entre el jefe de bloque y nosotros terminaron por hacerse sólo por su
conducto. Reglamentaba la vida en el bloque, organizaba conferencias, designaba los
servicios, repartía la comida, etc. Daba lástima ver el concierto de adulaciones rastreras de
todo tipo que ofrecían los que formaban parte de él al omnipotente jefe de bloque. Un día, el
principal animador de este grupo fue atrapado por uno de la masa a punto de repartirse con
otro unas patatas que había sustraído de la ración común...
Eugen Kogon cuenta que los franceses de Buchenwald, los únicos que recibían
paquetes de la Cruz Roja, decidieron repartirlos equitativamente con todo el campo:
«Cuando nuestros camaradas franceses se declararon dispuestos a repartir una
buena parte de ella entre todo el campo, este acto de solidaridad fue recibido con
agradecimiento. Pero el reparto estuvo organizado en forma escandalosa durante
algunas semanas; en efecto, no había más que un solo paquete por cada grupo de
diez franceses..., mientras que sus compatriotas encargados de la distribución, que
tenían a su frente al jefe del grupo comunista francés en el campo ( ) reservaban para
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ellos montones de paquetes, o los utilizaban en favor de sus amigos destacados.»
(El infierno organizado, página 120.)
David Rousset distingue por otra parte un lado nocivo en este estado de cosas,
supuesto que no haga de ello una causa dirimente o esencial del horror, cuando escribe:
«La burocracia no sirve solamente a la gestión de los campos: ella está
totalmente acoplada en su cúspide al comercio con la S.S. Berlín envía paquetes de
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Esta distinción le había sido acordada por la pandilla reinante. Se trata de Marcel Paul. (Véase la pág. 80.)
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