Page 105 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises
veintidós o veintitrés años, obrero de la fábrica Marly de Leningrado nos expuso
largamente la situación obrera en la U.R.S.S. La discusión que siguió duró dos
tardes. La segunda conferencia fue dada por un koljosiano sobre la organización
agrícola soviética. Un poco más tarde, yo mismo di una charla sobre la Unión
Soviética desde la Revolución hasta la guerra...» (Página 77.)
Yo asistí a esta conferencia: fue una obra maestra de bolchevismo, bastante inesperada
si se conocían las anteriores actividades
[186] trotskistas de David Rousset. Pero Erich, nuestro jefe de bloque, era comunista y tenía
una gran consideración en la «célula» que ejercía la influencia preponderante en la
Häftlingsführung del momento: era hábil en atraer su atención y prevenirla para el día en que
él tulviese que distribuir favores.
«Tres meses después, prosigue Rousset, yo no hubiese comenzado de nuevo
esta tentativa La situación había cambiado. Pero en aquel entonces éramos todavía
muy ignorantes. Erich, nuestro jefe de bloque, refunfuñó pero no se opuso al
asunto...» (Página 77.)
Ciertamente. Además, tres meses después era el Kapo Emil Künder a quien había que
conquistar, el tiempo de las conferencias había pasado, la palabra la tenían ahora los paquetes
llegados de Francia. Si yo he entendido bien Los días de nuestra muerte, Rousset hizo uso de
ellos y estoy lejos de reprochárselo: yo mismo, el haber regresado lo debo solamente a los que
recibí y nunca lo he ocultado. 1
Puede sostenerse, y así se hará quizá por medio de palabras tomadas a los que
consideran el hecho como insignificante o lo justifican, que no era esencial establecer que la
Häftlingsführung nos hizo sufrir un tratamiento más horrible aún que el previsto para
nosotros en las esferas dirigentes del nazismo y sin obligarle nada a ello. Observaré entonces
que me ha parecido indispensable el fijar exactamente las causas del horror en todos sus
aspectos, aunque sólo fuese para reducir a su justo valor el argumento subjetivo del cual se ha
hecho un uso tan frecuente, y para orientar un poco más hacia la naturaleza misma de las cosas
las investigaciones del lector en cuyo espíritu sólo esté imperfecta o incompletamente resuelto
este problema.
LA OBJETIVIDAD.
«Birkenau, la mayor ciudad de la muerte. Las selecciones a la llegada: los
decorados de la civilización puestos como caricaturas para engañar y esclavizar.
Todos los domingos, selecciones regulares en el campo. En
[187]
el bloque 7, la lenta espera a las destrucciones inevitables: El Sonderkommando ( )
2
totalmente aislado del mundo, condenado a vivir cada segundo de su eternidad con
los culerpos tortulrados y quemados. El terror destroza tan decisivamente los
nervios que las agonías conocen todas las humillaciones, todas las traiciones. Y
cuando ineluctablemente se cierran las potentes puertas de la cámara de gas, todos
se precipitan aplastándose aún en el ansia de vivir, de modo que al abrirse los
batientes los cadáveres inextricablemente mezclados se desploman en cascadas sobre
los raíles.» (Página 51.)
En un panorama de conjunto como Los días de nuestra muerte, novelado y
reconstituido además con medios de los cuales el propio autor y aun sin saberlo ha reconocido
la ingenuidad (páginas 174 y 175), este pasaje no estaría de más. En El mundo de los campos
de concentración que tiene en tantos aspectos el carácter de un relato vivido, parece
improcedente. En efecto, David Rousset no ha asistido nunca a este suplicio del que hace una
descripción tan precisa y tan conmovedora a la vez.
1
Parte primera, capítulo IV.
2
Comando especial destinado en el crematorio.
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