Page 50 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
P. 50
RASSINIER : La mentira de Ulises
poco de paja que ha sido llevada durante el día. Son las diez y media. Hemos permanecido
[89]en pie de diecisiete a dieciocho horas, sin la mener posibilidad de sentarnos, estamos
entumecidos, tenemos hambre y frío. Al adormecernos, pensamos que el trabajo que nos ha
sido impuesto tiene poco que ver con nuestro cansancio.
A la mañana siguiente, vuelve a comenzar esto a partir de las cuatro y media. Durante
la noche, los rusos han robado los chanclos que habíamos alineado tan cuidadosamente en el
comedor por orden de los Stubendienst; es preciso aprocurarse otro par, además del aseo y del
reparto de víveres, antes de precipitarse corriendo, acabando de vestirse, y tragando el último
bocado del débil desayuno, en la noche y bajo el frío, para alcanzar la plaza donde esperan los
Kapos.
* * *
Hay comandos peores que el nuestro: el comando Ellrich, el Transport eins, y todos
los comandos de transporte, el Steinbruch, el Gärtrnerei...
En el otro extremo del túnel, se construye el campo de Ellrich. Un comando muy
importante, alrededor de mil hombres, se dirige allí, todas las mañanas, en un tren de balasto,
que abandona la estación de Dora a las cuatro y media: hay cinco kilómetros de recorrido. A
pie, bastaría con partir a las cinco y media para estar en el trabajo a las siete, pero esto sería
demasiado simple: los de la S.S. han decidido mostrarse humanos y ahorrar al comando la
fatiga de la marcha ya que es posible tomar el tren. El Ellrichkommando se levanta, por tanto,
a las tres: se asea, toma sus raciones y se encuentra en la plaza a las cuatro. Marcha a la
estación. El tren, que debiera pasar a las cuatro y media, nunca tiene menos de una hora de
retraso: se espera. A las seis cuando antes, a las seis y media a más tardar, llegada a Ellrich.
Trabajos de explanación durante todo el día. A las dieciocho termina el trabajo. Teóricamente,
debería tomarse el tren de regreso a las dieciocho treinta pero, como el de la mañana, nunca
lleva menos de una hora de retraso: se vuelve a esperar. Hacia las veinte treinta, en el mejor de
los casos, frecuentemente a las veintiuna e incluso a las veintidós, se vuelve a entrar en Dora.
Formalidades de entrada en el bloque, limpieza de zapatos, distribución de la sopa. Hacia las
veintitrés, la gante de Ellrich por fin puede tenderse y dormir: cinco horas de sueño y de
nuevo levantarse,
[90] reunión, partida, espera. El curso de los días es inexorable, la medida de humanización
que la S.S. cree o hace creer que ha tomado, se traduce por una tortura suplementaria: se es
matado por el desplazamiento antes de serlo por el trabajo. Hay que añadir a esto que los
Kapos del comando de Ellrich son de los más brutos entre los brutos, que los golpes llueven
más abundantemente que en cualquier otra parte, que el trabajo es controlado sumamente y
con rigor: es el comando de la muerte, todas las mañanas trae cadáveres.
En el campo, está el Transportkommando eins. La gente del Transport eins comienza
la jornada en la misma forma y tiempo que todo el mundo: descargan vagones y llevan a la
espalda pesados materiales desde la estación al túnel, o desde la estación al campo. Se les ve,
desde la mañana hasta la noche, dando vueltas como caballos de circo de cuatro en cuatro,
transportando largas tableras de madera, por grupos de dos con traviesas de ferrocarril, en filas
de ocho o diez con raíles, de uno a uno con sacos de cemento. Andan despacio, despacio,
doblados por la cargo, sin parar: andan, andan. Su Kapo es un polaco con triángulo rojo, que
va de los unos a los otros jurando, amenazando y dando golpes.
El Gärtnerei o comando del jardín: caballos de circo como los del Transport eins,
pero que llevan excrementos en vez de material. El Kapo es un verde; el mismo método que
el polaco del Transport eins, y los mismos resultados.
El Steinbruch, la famosa contera de todos los campos: se extrae la piedra, se echa en
vagones y, cargados éstos, se arrastran o empujan hacia unos lugares donde es picada para
servir al empedramiento de las cal]es del campo. La gente del Steinbruch tiene la mala suerte
suplementaria de trabajar en el flanco del cerro, en la entrada de la cantera: por el menor
incidente, reciben una bofetada que les precipita abajo, donde se matan. Todos los días traen
muertos a la plaza: cuatro de ellos llevan el cadáver, cada uno por un pie o un brazo. Eins,
zwei, drei, vier, dice en cabeza el Kapo que marca el paso del comando; ploc, ploc, ploc, hace
– 50 –