Page 118 - complot contra la iglesia
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judaicos a Agripina su mujer; o también, como escribe Suetonio, porque a
impulso de las persecuciones de los cristianos, movían frecuentes sediciones
(96).
Se ve pues que el emperador pagano Claudio fue en extremo tolerante
hacia los cristianos y harto ya de los motines que promovían los hebreos, los
expulsó de la ciudad de Roma. De esta expulsión hablan también los Hechos
de los Apóstoles (97).
Se ve aquí la tendencia hebrea de hacer subir su valimiento hasta las
gradas del trono controlando a la emperatriz para poder ejercer –por medio de
ella- su influencia sobre el emperador, observando al parecer, las enseñanzas
todas desfiguradas por una interpretación imperialista, tomadas del libro bíblico
de Esther; esa judía que ocultando su judaísmo, logró convertirse en reina de
Persia y ejerció su influencia decisiva sobre el rey para destruir a los enemigos
de los israelitas. Sin embargo, en el caso del emperador Claudio fracasó, por lo
visto, el intento; cosa que no sucedió con Nerón, a quién lograron acercarle una
judía llamada Popea, quien pronto se convirtió en amante del emperador y,
según algunos cronistas hebreos, en la verdadera emperatriz de Roma, la cual
llegó a ejercer una influencia decisiva sobre este emperador.
Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia, quien en su obra “Scorpiase”
dice: “Las sinagogas son los puntos de donde salen las persecuciones de los cristianos”. Y en
su libro “Ad nationes” escribe el mismo Tertuliano: “De los judíos es de donde salen
las calumnias contra los cristianos” (98).
Durante el reinado de Nerón hubo en un principio tolerancia hacia los
cristianos, pero acabó el emperador por ceder a las intrigas persistentes de su
amante judía Popea, a quien se señala como autora de la idea de inculpar a los
cristianos por el incendio de la ciudad de Roma, hecho con el cual se justificó la
primera y cruel persecución de los cristianos llevada a cabo por el Imperio
Romano.
Los padres jesuitas B. Llorca, R. García-Villoslada y F. J. Montalbán,
reconocen, en relación con las persecuciones iniciales de la Roma pagana
contra los débiles e inermes cristianos, a partir de Nerón, lo siguiente:
“Los judíos fueron los elementos más activos en fomentar el ambiente de odio contra los
cristianos, a quienes consideraban como suplantadores de la ley mosaica...”
“Esta actividad de los judíos debió ejercer notable influencia, pues nos consta que ya en
el tiempo de Nerón gozaban de gran ascendiente en Roma, y es bien sabido que, con ocasión
del martirio de san Pedro y San pablo, algunos insinuaron la idea de que habían muerto por
celos de los judíos”.
“Existiendo, pues, este ambiente, azuzado por el odio de los judíos, se concibe
fácilmente la persecución de Nerón. Como capaces de toda clase de crímenes, fue fácil señalar
a los cristianos como causantes del incendio de Roma. Al pueblo no le costó mucho creerlo”
(99).
En efecto, los judíos llegaron a acusar a los cristianos calumniosamente
hasta de cometer el nefando crimen de comerse a los niños en sus ceremonias
(100), lo que indignaba como es muy natural, a las autoridades y al pueblo
romano.
Es comprensible que esta intriga constante, esta persistente labor de
calumnia y difamación que los hebreos lanzan siempre contra quienes estorban
sus planes, realizada en el Imperio Romano por miles de individuos mes tras
mes, año tras año, haya por fin logrado sus objetivos un buen día, lanzando
contra la naciente Cristiandad, que ellos no podían aniquilar por sí solos, todo