Page 115 - complot contra la iglesia
P. 115

Soviética y países comunistas quieren matar a alguien, lo acusan de ser
                    enemigo del pueblo y enemigo de las clases trabajadoras. Los métodos son los
                    mismos; no han cambiado en cerca de dos mil años. Lo acusan
                    calumniosamente de predicar contra el templo, igual que en los simulacros de
                    procesos de los países comunistas acusan a las futuras víctimas de hacer labor
                    subversiva contra la Unión Soviética o contra el estado proletario. Finalmente,
                    acusan también a San Pablo de introducir gentiles al templo profanando ese
                    santo lugar, ya que los judíos para tales fechas consideraban cerrado el templo
                    para los gentiles, como ahora consideran cerrado el judaísmo para los hombres
                    de otras razas. Si entonces admitían sólo a los prosélitos de la puerta, que
                    nada más podían asistir al templo de  puertas para afuera, dejándolos en
                    organizaciones periféricas, comunidades de judaísmo espiritual, engañándolos
                    sin introducirlos nunca en las verdaderas sinagogas y comunidades de la
                    judería. También en esto, los métodos siguen siendo los mismos.
                           Siguen narrando las Sagradas Escrituras que cuando el tribuno permitió
                    a Pablo dirigir la palabra a los judíos amotinados, tratando con palabras
                    serenas de suavizarlos, ocurrió que:
                           “22. Y le habían escuchado hasta esta palabra, mas levantaron entonces el grito,
                    diciendo: Quita del mundo a un tal hombre: porque no es justo que él viva. 23. Y como ellos
                    diesen alaridos, y echasen de sí sus ropas, y arrojasen polvo al aire” (90).
                           Ya vemos aquí a los verdaderos energúmenos, que siglos después, en
                    medio del terror judío comunista, despedazarán a sus  infelices víctimas con
                    todo lujo de crueldad.
                           Esta narración del Nuevo Testamento continúa después diciendo que el
                    tribuno romano quiso saber al día siguiente:
                           Capítulo XXII. “30. ...de cierto la causa que tenían los judíos para acusarle, le hizo
                    desatar, y mandó que se juntasen  los sacerdotes y todo el concilio, y sacando a Pablo, lo
                    presentó delante de ellos. Capítulo XXIII. 6. Y sabiendo Pablo, que una parte era de los
                    saduceos, y la otra de fariseos, de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo
                    juzgado. 7. Y cuando esto dijo, se movió una grande disensión entre los fariseos y los saduceos,
                    y se dividió la multitud. 8. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni
                    espíritu: mas los fariseos confiesan lo  uno y lo otro. 9. Hubo pues grande vocería. Y
                    levantándose algunos de los fariseos altercaban diciendo: No hallamos mal ninguno en este
                    hombre: ¿cuánto más, si le ha hablado espíritu, o ángel?” (91).
                           Magnífica lección de cómo pueden utilizarse, en beneficio de la causa
                    del Bien, las discordias internas de  los bandos y sectas judaicas; cosa que
                    puede hacerse con eficacia conociendo las intimidades secretas del judaísmo
                    que permitan evitar el engaño de falsas pugnas, con frecuencia simuladas
                    entre sí, para lograr fines políticos determinados.
                           Después de la violenta pugna entre los citados dirigentes judíos, que
                    obligó al tribuno romano a hacer intervenir a los soldados, sigue narrando el
                    apóstol (capítulo XXIII):
                           “12. Y cuando fue de día, se coligaron algunos de los judíos, y se maldijeron, diciendo:
                    Que no comerían ni beberían hasta que matasen a Pablo. 13. Y eran más de cuarenta hombres
                    los que habían hecho esta conjuración: 14. Los cuales fueron a los príncipes de los sacerdotes y
                    a los ancianos, y dijeron: Nosotros nos  hemos obligado so pena de maldición a no gustar
                    bocado, hasta que matemos a Pablo. 15. Pues ahora vosotros con el concilio significad al
                    tribuno, que os lo saque fuera, como que queréis conocer con más certidumbre de su causa. Y
                    nosotros estaremos esperando para matarle antes que llegue”.
   110   111   112   113   114   115   116   117   118   119   120