Page 84 - complot contra la iglesia
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para enfrentarse a las ya señaladas fuerzas de Satanás en la Tierra; moral que
contradice visiblemente la actitud combativa y enérgica de Dios Nuestro Señor
en estos casos.
Con los anteriores pasajes del Antiguo Testamento, que contienen lo
que Dios Nuestro Señor reveló por conducto de Moisés y de los profetas,
queda echado por tierra el mito de que el pueblo judío es intocable, que nadie
puede combatir sus crímenes porque es una especie de pueblo sagrado, pues
ya se ha visto que Dios prescribió los castigos que haría caer sobre él si lejos
de cumplir con todos los mandamientos, los violara. La Santa Iglesia, al dar su
aprobación a la política represiva del Santo Oficio de la Inquisición. Obró en
armonía con lo que Dios había previsto en el Antiguo Testamento y defendió a
toda la humanidad, deteniendo durante varios siglos el progreso de la
conspiración sangrienta que está por hundir al mundo en el caos y en la
esclavitud más monstruosa de todos los tiempos.
Nosotros, sinceramente, somos enemigos del derramamiento de sangre;
nuestro fervoroso anhelo es que las guerras desaparezcan de la faz de la
Tierra. Pero los judíos deben comprender que esas terribles matanzas que han
sufrido a través de los milenios, además de estar anunciadas en el Antiguo
Testamento como castigo divino, han sido la consecuencia, en su mayor parte,
de una conducta criminal observada por los israelitas en el territorio de los
pueblos que generosamente los dejaron inmigrar y les brindaron cordial
hospitalidad.
Si los hebreos en cada país que los recibe con los brazos abiertos pagan
esa bondadosa acogida iniciando una traidora guerra de conquista,
organizando complots, haciendo estallar revoluciones y matando por millares a
los ciudadanos de esa nación, es natural que sufran las consecuencias de sus
actos criminales. Y si nosotros lamentamos el derramamiento de sangre hasta
de los criminales (aunque tenga su justificación), con mayor razón, lamentamos
el derramamiento de sangre cristiana y gentil que los judíos hacen verter a
torrentes con sus revoluciones masónicas y comunistas o con el terror rojo
donde logran imponerlo.
Si los judíos no quieren que en el futuro los pueblos reaccionen
violentamente contra ellos, es necesario que demuestren su buena voluntad
con hechos y no con promesas que nunca han cumplido; y que se abstengan
de seguir agrediendo a dichos pueblos con sus organizaciones revolucionarias
y terroristas de distinto género. Deberían disolver la masonería, los partidos
comunistas y demás asociaciones que ellos utilizan como medio de
dominación; también deberían libertar a los pueblos esclavizados por sus
dictaduras comunistas, permitiéndoles la realización de elecciones libres. En
una palabra, cesar la agresión que en todo el mundo realizan contra las
distintas naciones, pues deben comprender que quien inicia una conquista,
está expuesto al contraataque que en legítima defensa le lance el agredido.