Page 82 - complot contra la iglesia
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En el capítulo siguiente veremos cómo los profetas bíblicos,
                    transmitiendo la voluntad de Dios, fueron todavía más claros que Moisés en lo
                    que respecta a los castigos que azotarían a los judíos en virtud de sus pecados
                    y crímenes.




                           Capítulo Cuarto
                           MATANZAS DE JUDÍOS ORDENADAS POR DIOS COMO CASTIGO

                           De los tremendos castigos prescritos por Dios en contra de los judíos,
                    hablan también, constantemente, los profetas de la Sagrada Biblia.
                           En la profecía de Isaías, Dios,  por boca de aquél, predice contra los
                    israelitas varias sanciones que sería largo transcribir, reduciéndonos solamente
                    a estos dos versículos del capítulo LXV (remitiendo a quienes quieran
                    profundizar este tema a las Sagradas Escrituras):
                           “11. Mas vosotros que desamparásteis al Señor, que olvidásteis mi santo monte, que
                    ponéis mesa a la Fortuna, y derramáis libaciones sobre ella. 12. Por cuenta os pasaré a cuchillo,
                    y todos caeréis en la matanza: porque llamé, y no respondísteis: hablé, y no oísteis: y hacéis el
                    mal delante de mis ojos, y escogísteis lo que yo no quise” (29).
                           El profeta Ezequiel narra que, indignado el Señor por la idolatría de los
                    judíos (¿cómo estará indignado ahora con ese tipo nuevo de idolatría del
                    Estado socialista y de otros fetiches que los judíos han instaurado en los
                    infiernos comunistas?), le había revelado Dios:
                           Capítulo VIII. “18. Pues también yo haré en mi furor: no perdonará mi ojo, ni tendré
                    piedad: y cuando gritaren a mis orejas a grandes voces, no los oiré” (30).
                           Capítulo IX. “1. Y gritó en mis orejas con grande voz, diciendo: Se han acercado las
                    visitas de la ciudad, y cada uno tiene en su mano un instrumento de matar. 5. Y les dijo,
                    oyéndolo yo: Pasad por la ciudad siguiéndole, y herid: no perdone vuestro ojo, ni os apiadéis. 6.
                    Matad al viejo, al jovencito, y a la doncella, al niño, y a las mujeres hasta que no quede ninguno:
                    mas a todo aquel, sobre quien viéreis el tháu no  le matéis, y comenzad por mi santuario.
                    Comenzaron pues por los hombres más ancianos, que estaban delante de la casa. 7. Y les dijo:
                    profanad la casa, y llenad los patios de muertos: salid. Y salieron, y mataban a los que estaban
                    en la ciudad. 8. Y acabada la mortandad, quedé yo: y me postré sobre mi rostro, y dije a voces:
                    Ah, ah, ah, Señor Dios: ¿por ventura destruirás todas las reliquias de Israel, derramando tu furor
                    sobre Jerusalén? 9. Y me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande muy en
                    demasía, y llena está la tierra de sangres, y la ciudad llena está de aversión: porque dijeron:
                    Desamparó el Señor la tierra, y el Señor no ve. 10. Pues tampoco mi ojo perdonará, ni tendré
                    piedad: retornaré su camino sobre sus cabezas” (31).
                           La palabra de Dios Nuestro Señor habla por sí sola. No podemos, sin
                    blasfemar, contradecirla o criticarla. Es la justicia divina, tal como nos la revelan
                    las Sagradas Escrituras, y no como la falsifican tanto los judíos declarados
                    como los clérigos que se dicen cristianos, pero que obran como si fuesen
                    judíos, haciéndole el juego a la Sinagoga de Satanás.
                           En la profecía de Oseas, se habla de los crímenes de Israel y de Judá y
                    de los castigos que Dios les impondrá:
                           Capítulo IV. “1. ...porque no hay verdad, ni hay misericordia, ni conocimiento de Dios
                    en la tierra. 2. La maldición, y mentira, y  homicidio, y robo, y adulterio la inundaron, y un
                    homicidio se toca con otro homicidio” (32).
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