Page 83 - complot contra la iglesia
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Capítulo V. “2. Y las víctimas hicísteis caer en el abismo...5. Y se mostrará la
                    arrogancia de Israel y Ephraím caerán en su maldad, caerá también Judá con ellos” (33).
                           Al tiempo que se refiere a las maldades de Israel, expresa Dios Nuestro
                    Señor, en la profecía de Amós, su resolución de no permitir que esas maldades
                    pasen más adelante:
                           Capítulo VIII. “2. Y dijo: ¿Qué ves tú, Amós? y dije: Un garabato para frutas. Y me dijo
                    el Señor: Venido es el fin sobre mi pueblo de Israel: no le dejaré ya pasar más adelante” (34)
                           Capítulo IX. “1. Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Hiere en el quicio, y
                    estremézcanse los dinteles: porque hay avaricia en la cabeza de todos, y mataré a espada hasta
                    el ínfimo de ellos: ninguno escapará. Huirán y ninguno de los que huyere se salvará” (35).
                           En la profecía de Daniel, menciona éste lo que le reveló el Arcángel San
                    Gabriel acerca de la muerte de Cristo, manifestando que el pueblo que lo
                    repudió no sería ya más el pueblo escogido de Dios, sino que vendría la
                    desolación a Israel hasta la consumación y el fin del mundo:
                           Capítulo IX. “25. Sabe pues, y nota atentamente: Desde la salida de la palabra, para
                    que Jerusalén sea otra vez edificada, hasta Cristo príncipe, serán siete semanas, y sesenta y
                    dos semanas: y de nuevo será edificada la plaza, y los muros en tiempos de angustia. 26. Y
                    después de sesenta y dos semanas será muerto el Cristo: y no será más suyo el pueblo que le
                    negará. Y un pueblo con un caudillo  que vendrá, destruirá la ciudad, y el santuario: y su fin
                    estrago, y después del fin de la guerra vendrá la desolación decretada. 27. Y afirmará su alianza
                    con muchos (es decir, con lo que abracen el cristianismo que sustituirá al antiguo pueblo elegido)
                    en una semana: y en medio de esta semana cesará la hostia y el sacrificio: y será en el templo la
                    abominación de la desolación: y durará la desolación hasta la consumación y el fin” (es decir,
                    hasta el fin del mundo) (26).
                           Es increíble que algunos clérigos que se dicen buenos cristianos, pero
                    que más se preocupan por defender al judaísmo que por defender a la Santa
                    Iglesia, se atrevan a sostener, en  nuestros días, que el pueblo deicida sigue
                    siendo todavía el pueblo escogido de Dios, a pesar de todos sus crímenes y de
                    los pasajes de las Sagradas Escrituras, que demuestran qué lejos de ser en la
                    actualidad el pueblo elegido –como lo fue antes de Jesucristo-, es un pueblo
                    maldito de Dios por haber caído sobre él las maldiciones que el Señor le lanzó
                    en caso de que no cumpliera con todos sus mandamientos; maldiciones que
                    con mayor razón cayeron sobre los judíos por haber cometido el crimen más
                    atroz y punible de todos los tiempos: desconocer, martirizar y crucificar a Dios
                    Hijo en persona.
                           Es muy duro comprender toda la verdad sobre este asunto. Sobre todo
                    la verdad desnuda en un mundo influenciado, desde generaciones atrás, por un
                    cúmulo de mentiras y de fábulas judaicas, usando las propias palabras de San
                    pablo (37); fábulas que han ido deformando la verdad acerca del problema
                    judío, en la propia mente de los católicos. Es, pues, urgente que alguien se
                    atreva a hablar claro, aunque resulte desagradable a todos los que en la
                    Cristiandad, con sus actitudes erróneas  o de mala fe, se sientan heridos en
                    carne propia. Recordemos que el mismo Cristo Nuestro Señor nos dijo
                    claramente que sólo la verdad nos haría libres (38).
                           Por otra parte, la palabra de Dios antes transcrita, nos demuestra que
                    así como Dios fue enérgico e implacable en su lucha contra Satanás, también
                    es implacable en su lucha contra las fuerzas de Satanás en la Tierra.
                           Esto deja sin fundamento los intentos del enemigo de maniatar a los
                    cristianos con una moral derrotista y cobarde, basada en la idea de una
                    supuesta caridad cristiana que ellos modelan a su antojo y cuyo uso prescriben
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