Page 79 - complot contra la iglesia
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La Santa Iglesia no podrá jamás temerla ya que sus actos han sido siempre
                    normados por la equidad y la justicia. Por eso, con la verdad, que es siempre
                    arrolladora, -expuesta ampliamente en la Cuarta Parte de este libro (“La quinta
                    columna judía en el clero”)-, se logrará una defensa  colectiva de la Santa
                    Iglesia Católica, en lo que respecta a su política inquisitorial.
                           Por lo pronto, empezaremos  demostrando que los judíos no son un
                    pueblo intocable por el hecho de haber sido un tiempo el pueblo escogido de
                    Dios, sino que, por el contrario, Dios predijo que si no cumplían con todos sus
                    mandamientos, serían castigados muy severamente. Por esta consideración, la
                    política de la Iglesia contra los judíos, en materia inquisitorial, tiene una base
                    teológica amplia.
                           Mucho se vanaglorian los judíos de ser todavía, en la actualidad, el
                    pueblo elegido de Dios, basándose para fundamentarlo en ciertos pasajes de la
                    Sagrada Biblia, a los que dan una interpretación falsa o imperialista,
                    cuidándose mucho, sin embargo, de considerar otros pasajes en los que Dios
                    claramente condicionó aquel privilegio al hecho de que se cumplieran fielmente
                    con los mandamientos y demás órdenes del Señor, amenazándolos, si no lo
                    hacían, con retirarles la distinción de pueblo escogido para convertirlos en un
                    pueblo maldito, sobre el que caerían varios anatemas señalados expresamente
                    por Dios al propio Moisés. Pero los judíos tratan de ocultar esta situación, así
                    como tratan de hacerlo también ciertos clérigos cristianos, cuya conducta, que
                    parece inexplicable, más beneficia al judaísmo y a sus planes subversivos que
                    a la Santa Iglesia de Cristo.
                           En el Deuteronomio (capítulo  XXVIII, versículos 1 y 2), Moisés,
                    transmitiendo a los hebreos la voluntad divina, define claramente esa situación.
                           “1. Y si oyeres la voz del Señor Dios tuyo, para cumplir y guardar todos sus
                    mandamientos, que yo te intimo hoy, el Señor te ensalzará sobre todas las gentes, que hay
                    sobre la Tierra. 2. Y vendrán sobre ti, y  te alcanzarán todas esa bendiciones: con tal que
                    escuches sus mandamientos”.
                           Hay que tener presente que después  de mencionar Moisés todas las
                    bendiciones que otorgaría Dios a los israelitas si cumplían con todos los
                    mandamientos y oían la voz del Señor, enumera las tremendas maldiciones
                    que haría caer sobre ellos si hacían lo contrario.
                           Quien quiera conocerlas íntegras puede consultar el propio
                    Deuteronomio, capítulo XXVIII; y Levítico, capítulo XXVI. Nos reduciremos aquí
                    únicamente a insertar algunas de las más importantes:
                           En el Deuteronomio (capítulo XXVIII), dice Moisés, transmitiendo lo
                    ordenado por Dios:
                           “15. Pero si no quisieres escuchar la voz del Señor Dios tuyo, para guardar, y cumplir
                    todos sus mandamientos y ceremonias, que yo  te prescribo hoy, vendrán sobre ti, y te
                    alcanzarán todas estas maldiciones. 16. Serás maldito en la ciudad, maldito en el campo. 17.
                    Maldito tu granero, y malditas tus obras. 18. Maldito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra,
                    las manadas de tus vacas, los rebaños de tus ovejas. 19. Serás maldito cuando entres, y maldito
                    cuando salgas. 20. El Señor enviará sobre ti hambre y ansia por comer, y maldición sobre todas
                    tus obras, que tú hicieres: hasta que te desmenuce, y pierda prontamente, a causa de tus
                    malísimas invenciones, por las cuales me abandonaste. 22. El Señor te hiera con suma pobreza,
                    con calentura y frío, con ardor y bochorno, y aire corrompido, y añublo, y te persiga hasta que
                    perezcas. 24. Dé el Señor a tu tierra polvo en vez de lluvia, y descienda del cielo ceniza sobre ti,
                    hasta que seas desmenuzado. 25. Haga el Señor que caigas delante de tus enemigos (tremenda
                    amenaza de destrucción). Salgas por un camino contra ellos, y huyas por siete, y seas disperso
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