Page 53 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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En la persona del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad
inquebrantable, todos creerán ver el destino con sus caminos desconocidos. Nadie sabrá
qué es lo que el rey pretende como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se
atreverá a atravesársele en un camino que es para todos desconocido. Es necesario
sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de gobierno
que tiene encomendado.
Por esto es que no subirá al trono sino después de haber dado pruebas satisfactorias de
su capacidad a nuestros sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y
ame a su soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con él en los lugares
públicos. Esto producirá la unión necesaria entre las dos fuerzas que hasta hoy nosotros
hemos conservado distanciadas por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente
necesario en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo
nuestro poder e influencia.
El rey de Israel no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de
la voluptuosidad, ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus instintos
animales se sobrepongan a su razón.
La sensualidad obra de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la
clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y más bestial de la actividad
humana. La columna de la humanidad en la persona de la semilla santa de David, debe
sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos personales.
Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad ejemplar.