Page 51 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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sostener con la firmeza necesaria las riendas del gobierno. Los planes de acción del rey,
              planes inmediatos que haya de trazar por razones imperativas de inmediata necesidad,
              sus  planes  más  remotos  todos  quedarán  ignorados  aun  de  aquellos  que  se  le  asignen
              como primeros consejeros.

              Sólo el rey y sus tres mentores conocerán lo por venir. En la persona del rey, dueño de sí
              mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el
              destino con sus caminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey pretende como
              objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se atreverá a atravesársele en un camino
              que es para todos desconocido.

              Es necesario sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan
              de gobierno que tiene encomendado. Por esto es que no subirá al trono sino después de
              haber dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros sabios de que ya hemos
              hablado.  Para  que  el  pueblo  conozca  y  ame  a  su  soberano,  es  necesario  que  trate  al
              pueblo y se comunique con él en los lugares públicos.

              Esto producirá la unión necesaria entre las dos  fuerzas que hasta hoy nosotros hemos
              conservado distanciadas por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente necesario
              en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo nuestro poder e
              influencia. El rey de Israel no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente
              bajo el de la voluptuosidad, ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que
              sus instintos animales se sobrepongan a su razón.

              La sensualidad obra de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la
              clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y más bestial de la actividad
              humana. La columna de la humanidad en la persona de la semilla santa de David, debe
              sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos personales. Nuestro soberano tiene
              que ser de una irreprochabilidad ejemplar. La fuerza ciega del pueblo no puede quedar un
              solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al
              anterior debilitado por el Liberalismo.

              En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales.
              Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie
              hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo
              se gobierne a sí mismo, para que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje.

              Surgen  al  punto  las  discusiones,  que  se  transforman  luego  en  lujos  de  buenos
              sentimientos. Por esta razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a
              los hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata de gobernarles por
              medio de las discusiones académicas. Todo hombre aspira al poder; cada uno quisiera
              convertirse en dictador; si esto fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría para que
              no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque de conseguir cada
              uno su propio provecho.

              ¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz que se llama hombre?
              ¿Qué  es  lo  que  ha  podido  dirigirle  hasta  el  presente?  Al  iniciarse  el  orden  social,  el
              hombre se ha sometido a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a la Ley, que no es más que
              esa misma fuerza, pero disfrazada.
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