Page 47 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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motivada, según dicen, por el exceso de demanda de los bonos, pues todo el mundo se
              echa a buscarlos.

              Pocos días después se corre la voz de que las cajas del tesoro están atestadas de dinero
              y  no  se  sabe  ya  dónde  guardarlo  (¿por  qué,  pues,  seguir  tomándolo?).  La  suscripción
              excede muchas veces la emisión del empréstito: ¡tan grande es la confianza que hay en
              las  letras  de  cambio  del  gobierno!  Pero  cuando  la  comedia  ha  terminado,  nos
              encontramos delante de un pasivo que acaba de contraerse, pasivo demasiado gravoso.

              Para el pago de los intereses es necesario recurrir a nuevos empréstitos que no absorben
              sino que aumentan la deuda principal. Una vez agotado el crédito, se necesita recurrir a
              nuevos impuestos, y éstos sirven no para cubrir el empréstito, es decir la deuda contraída,
              sino  sólo  para  pagar los  intereses  del mismo.  Resultando  que  estos  impuestos  son  un
              pasivo empleado en cubrir el pasivo anterior...

              Viene después el tiempo de las conversiones que disminuyen solamente el pago de (o
              mejor  dicho  el  monto)  los  intereses,  pero  sin  amortizar  la  deuda,  conversiones  que,
              además, no pueden hacerse sin el consentimiento de los que cubrieron el empréstito, o
              sea los prestamistas. Al anunciarse una conversión, se ofrece devolver el dinero a los que
              no estén dispuestos a aceptarla. Si todos expresan su deseo de recobrar su dinero, el
              gobierno queda preso en sus propias redes y se encuentra imposibilitado de cumplir su
              oferta.

              Afortunadamente,  los  súbditos  de  los  gobiernos  Gentiles,  poco  versados  en  negocios
              financieros,  siempre  han  optado  por  sufrir  la  pérdida  consiguiente  a  la  baja  de  interés
              mejor que correr el riesgo de nuevas inversiones de su dinero, con lo que muchas veces
              han dado a los gobiernos las facilidades necesarias para poder descargarse de un pasivo
              de muchos millones.

              En  la  actualidad,  con  las  deudas  exteriores,  los  Gentiles  no  piensan  en  hacer  nada
              semejante, sabiendo, como saben, que nosotros exigiremos todo nuestro dinero. Así una
              bancarrota  manifiesta  demostrará  a  las  naciones  la  falta  absoluta  de  unión  entre  los
              intereses de los pueblos y los gobiernos.

              Reclamo toda vuestra atención sobre este hecho y los que a continuación mencionaré.
              Hoy  todos  los  empréstitos  interiores  están  consolidados  por  las  deudas  llamadas
              flotantes, esto es, por deudas cuyo pago es más o menos cercano. Estas deudas están
              constituidas por el dinero colocado en las cajas de ahorro y en las cajas de reserva. Como
              estos fondos quedan por largo tiempo en manos de los gobiernos, se evaporan en el pago
              de  intereses  de  los  empréstitos  exteriores,  y  en  su  lugar  entra  en  las  cajas  una  suma
              equivalente de depósito de la renta. Estos últimos son los que tapan los agujeros de las
              cajas del Estado entre los Gentiles.

              Cuando nosotros lleguemos al poder, ocupando el trono del mundo, todos estos agujeros
              en la hacienda y las finanzas quedarán cubiertos, sin que quede de ellos ni el recuerdo,
              pues no es cosa que convenga a nuestros intereses; suprimiremos igualmente las Bolsas
              de Fondos Públicos, pues no consentiremos que el prestigio de nuestro poder se resienta
              por la fluctuación de precios de nuestros valores. Estos serán declarados por ley al precio
              de su valor completo sin fluctuación posible (el alza trae consigo la baja y así es como
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