Page 49 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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derechos y juntamente de sus deberes y de los derechos de que carece, y no sólo en el
desarrollo ilusorio y fantástico del tema de su YO.
Nuestro poder será glorioso porque será pujante; porque gobernará y dirigirá y no irá
remolcado, por decirlo así, por líderes y oradores de los que a gritos lanzan palabras
huecas y carentes de sentido que enfáticamente llaman grandes principios, y que no son
otra cosa en realidad sino utopías.
Nuestro poder será el arbitro del orden, que es el único que hace la felicidad de los
pueblos, y de los hombres.
PROTOCOLO XXIII:
Reducción de la producción de artículos de lujo.- La pequeña industria.- La huelga.-
Prohibición de la embriaguez.- Condenación a muerte de la sociedad antigua y su
resurrección en su nueva forma.- El elegido de Dios.
Para que los pueblos se acostumbren a la obediencia es necesario que se acostumbren a
la modestia y disminuir, por consiguiente, los objetos de lujo disminuyendo su producción.
Restableceremos la pequeña industria que dará el golpe a los capitales particulares de los
fabricantes. Esto es aún necesario, porque los grandes industriales dirigen todavía,
muchas veces sin saberlo, es cierto, el espíritu de las masas contra el gobierno.
Un pueblo que fomenta las pequeñas industrias no sabe de huelgas; sino que vive
apegado al orden establecido, y por lo mismo, también a la fuerza del poder. La huelga es
algo muy perjudicial para un gobierno. Para nosotros su papel terminará tan pronto como
el poder esté en nuestras manos. La embriaguez será igualmente prohibida por la ley y
castigada como un crimen de lesa humanidad, pues los hombres que se embriagan se
transforman en brutos bajo la influencia del alcohol.
Los súbditos, lo repito una vez más, no obedecen ciegamente sino a una mano firme,
completamente independiente de ellos en la que ven una espada para defenderlos y una
defensa contra las calamidades sociales.
¿Qué necesidad tienen los súbditos de ver en su soberano un alma angelical? Lo que
importa que vean en él es la personificación de la fuerza y del poder.
El soberano que sustituya a los Gobiernos actuales que han venido arrastrando su
existencia en medio de sociedades desmoralizadas por nosotros y que han arruinado aun
el mismo poder de origen divino, y en cuyo seno.
Por todos lados se levanta el fuego de la anarquía; este soberano, antes que nada, tendrá
que extinguir esta llama devoradora. He aquí la razón que le obligará a condenar a muerte
esas sociedades: tendrá que ahogarlas en sangre para hacerlas luego resucitar bajo la