Page 179 - Confesiones de un ganster economico
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                        tribulaciones y realizado grandes sacrificios.
                        ¿Y en cuanto a Drake y Morgan? No estaba yo muy fuerte en ese período de la
                        historia, pero recordaba que la Inglaterra protestante se había sentido muy seriamente
                        amenazada por la católica España. Era preciso admitir la posibilidad de que Drake y
                        Morgan se hubiesen dedicado a la piratería con intención de golpear en el corazón del
                        Imperio español, en aquellos galeones que transportaban las riquezas de América, para
                        defender el santuario de Inglaterra y no para encumbrarse a sí mismos.
                        Mientras dábamos bordadas luchando contra el viento en medio del canal e íbamos
                        viendo cada vez más cerca esas montañas que emergen de las aguas, Great Thatch
                        Island al norte y Saint John al sur, yo seguía hilvanando pensamientos sin poder
                        apartarlos de mi mente. Mary me pasó una cerveza y aumentó el volumen de una
                        canción de Jimmy Buffett. Pese a la belleza del paisaje y a la sensación de libertad que
                        siempre produce la navegación a vela, yo estaba de mal humor. Traté de disiparlo y
                        apuré la cerveza.
                        Aquel estado de ánimo no me abandonaba. Estaba enfurecido con las voces de la
                        historia y con mi manera de tergiversarlas para justificar mi propia codicia. Estaba
                        furioso con mis padres y con Tilton —aquel instituto prepotente en lo alto de su
                        colina—, que me habían impuesto toda esta historia. Abrí otra botella de cerveza.
                        Pensé que sería capaz de matar a Mac Hall por lo que le había hecho a Bruno.
                        Una barca de madera pasó cerca de nosotros corriendo a favor del viento, las velas
                        hinchadas, enarbolando la bandera del arco iris. Tres o cuatro parejas jóvenes nos
                        saludaron a voces y agitando los brazos. Eran hippies envueltos en túnicas de vivos
                        colores. En la proa iban un hombre y una mujer completamente desnudos. El aspecto
                        de la embarcación y el de sus pasajeros revelaba que hacían vida a bordo. Una
                        comunidad de piratas modernos, libres, desinhibidos.
                        Quise contestar al saludo pero mi brazo no me obedeció, paralizado por la envidia.
                        De pie en la cubierta, Mary los siguió con la mirada mientras ellos se alejaban a popa.
                        —¿Te gustaría esa clase de vida? — me preguntó.
                        Entonces lo comprendí. No eran mis padres. No era Tilton ni Mac Hall. Era mi propia
                        vida lo que yo aborrecía. La persona responsable y aborrecible era yo.
                        Entonces oí la voz de Mary. Estaba diciéndome algo y apuntando con el dedo a
                        estribor, por la parte de proa. Luego se acercó y repitió:

































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