Page 174 - Confesiones de un ganster economico
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                        llamó «la política de hidrocarburos». Esta política se fundaba en la premisa de que el
                        mayor recurso en potencia de Ecuador era el petróleo, y de que toda explotación futura
                        de dicho recurso tendría que realizarse de manera que aportase el máximo beneficio al
                        más amplio porcentaje de la población. Roídos creía firmemente en la obligación
                        estatal de ayudar a los pobres y desvalidos. Confiaba en que la política de
                        hidrocarburos pudiera servir de vector de la reforma social. Era necesario hilar fino, sin
                        embargo, porque Roídos sabía que en Ecuador, como ocurría en tantos otros países,
                        nunca saldría elegido sin contar con el apoyo de una parte, al menos, de las familias
                        más influyentes. E incluso si lograse ganar las elecciones sin ellas, le sería preciso
                        contar con esos apoyos para poner en práctica sus programas.
                           Personalmente me aliviaba que el inquilino de la Casa Blanca, en esa época, fuese
                        Cárter. Pese a las presiones de la Texaco y otros intereses petroleros, Washington se
                        abstuvo de inmiscuirse, lo que, como yo sabía, no habría sido el caso con otras
                        administraciones, demócratas o republicanas.
                           Creo que fue la política de hidrocarburos, más que ninguna otra cuestión, la que
                        convenció a los ecuatorianos y aupó a Roídos al palacio presidencial de Quito: el
                        primer presidente democráticamente elegido después de una larga sucesión de
                        dictadores. Las bases de su política quedaron resumidas en el discurso de posesión
                        presidencial del 10 de agosto de 1979:

                            Debemos tomar medidas efectivas para defender los recursos energéticos de la
                            nación. El Estado [debe] mantener la diversificación de sus exportaciones y no
                            perder su independencia económica [...] Nuestras decisiones se inspirarán
                            únicamente en los intereses nacionales y en la defensa incondicional de nuestros
                            derechos de soberanía. 2


                           Una vez investido, Roídos se vio obligado a centrar su atención en Texaco,
                        entonces jugadora principal en la partida del petróleo. La relación fue sumamente
                        espinosa. La gigante petrolera no confiaba en el nuevo presidente ni deseaba colaborar
                        en ninguna política que sentara precedentes nuevos. No se le escapaba que tales
                        precedentes habrían servido de modelo para otros países.
                           Un discurso pronunciado por José Carvajal, uno de los asesores de confianza de
                        Roídos, resumía la actitud del nuevo gobierno:




























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