Page 173 - Confesiones de un ganster economico
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                        del petróleo.
                          En los primeros tiempos de las prospecciones se encontraron los cadáveres de
                        cinco misioneros del SIL, atravesados por jabalinas de los huaorani. Estos
                        reivindicaron la acción poco después, diciendo que había sido una advertencia para
                        que no hubiese más intrusos. Nadie hizo caso de este mensaje. Más bien surtió el efecto
                        contrario. Rachel Saint, hermana de uno de los asesinados, emprendió una gira por
                        Estados Unidos con apariciones en la televisión para recaudar dinero y recabar apoyos
                        en favor del SIL y de las compañías petroleras que, según ella, estaban contribuyendo
                        a civilizar y educar a aquellos «salvajes».
                           Las organizaciones humanitarias de los Rockefeller subvencionaban al SIL. Por eso
                        Jaime Roídos señalaba estas conexiones con los Rockefeller y sostenía que el SIL era en
                        realidad un escaparate que disimulaba el expolio de las tierras indígenas y la extensión
                        de las prospecciones. Hay que recordar que el patriarca de la familia, John D.
                        Rockefeller, fue el fundador de la Standard Oil, mas tarde escindida en las grandes del
                        petróleo, entre ellas Chevron, Exxon y Mobil. 1
                           A mí me pareció que Roídos seguía la senda inaugurada por Torrijos. Ambos
                        estaban enfrentados a la superpotencia más fuerte del mundo. Torrijos deseaba
                        recuperar el Canal, mientras que la actitud enérgicamente nacionalista de Roídos
                        amenazaba a las compañías más influyentes del mundo. Como Torrijos, Roídos
                        tampoco era comunista, pero defendía el derecho de su país a decidir su futuro. Y
                        también como en el caso de Torrijos, los expertos pronosticaron que los grandes de los
                        negocios y Washington jamás tolerarían la presidencia de Roídos, y que caso de salir
                        elegido tendría un final parecido al de Arbenz en Guatemala o al de Allende en Chile.
                           Me pareció que esos dos hombres en unión quizá llegarían a constituir la punta de
                        lanza de un movimiento nuevo en el mundo político latinoamericano, y que ese
                        movimiento tal vez sería la base de unos cambios susceptibles de afectar a todas las
                        naciones del planeta. No eran unos Castro ni unos Gaddafi. No eran compañeros de
                        viaje de Rusia ni de China ni, como en el caso de Allende, del movimiento socialista
                        internacional. Eran líderes populares inteligentes y carismáticos. Unos pragmáticos,
                        no unos dogmáticos. Eran nacionalistas pero no antinorteamericanos. Y si la
                        corporatocracia se alzaba sobre tres columnas —las grandes empresas, la banca
                        internacional y los gobiernos en connivencia—, Roídos y Torrijos apuntaban la
                        posibilidad de eliminar la columna de la complicidad gubernamental.
                           En la plataforma de Roídos desempeñaba papel principal lo que se



























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