Page 252 - Confesiones de un ganster economico
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                        que una vez más, las grandes empresas de ingeniería y construcción recibiesen miles
                        de millones de dólares para desarrollar un país a nuestra imagen y semejanza —
                        cuando las gentes de ese país muy probablemente no tenían ningún deseo de reflejar
                        esa imagen—, ni en que una banda de individuos repitiese una vez más el ancestral
                        rito de abusar de los privilegios que se les concedían por sus altos cargos.
                           Esa explicación es demasiado simplista. Implica que si quisiéramos corregir los
                        defectos del sistema, no tendríamos más que echar a esos individuos. Equivale a
                        moverse en el terreno de las teorías conspirativas, de manera que si preferimos
                        quedarnos tranquilos, sería suficiente apagar la televisión y olvidarlo todo,
                        conformados con esa visión histórica de escuela elemental que viene a decirnos:
                        tranquilos que «ellos» se encargan de todo, que la nave está en buenas manos, que a su
                        debido tiempo las cosas retomarán al buen camino. Tal vez tendréis que esperar hasta
                        la próxima generación, pero luego todo marchará mejor.
                           La historia real del imperio contemporáneo —de la corporatocracia explotadora de
                        gentes desesperadas y realizadora del expolio de los recursos más brutal, egoísta y, al
                        largo plazo, autodestructivo— tiene poco que ver con lo que exponían los periódicos
                        esa mañana, y todo que ver con nosotros. Lo cual, por supuesto, explica la dificultad
                        que tenemos para escuchar esa historia real. Preferimos dar crédito al mito de que miles
                        de años de evolución social humana han perfeccionado al fin el sistema económico
                        ideal, antes que admitir la realidad de que nos han engañado con un concepto falso y
                        nosotros lo hemos aceptado como la verdad del evangelio. Nos hemos persuadido de
                        que todo crecimiento económico es beneficioso para la humanidad, y de que cuanto
                        mayor sea el crecimiento, más pronto se difundirán sus beneficios. Y por último, nos
                        hemos persuadido de un corolario que se nos ofrece como válido y moralmente justo:
                        que las personas especialmente dotadas para atizar los fuegos del crecimiento
                        económico deben ser exaltadas y recompensadas, mientras que los nacidos al margen
                        quedan disponibles para la explotación.
                          Ese concepto y ese corolario se utilizan para justificar toda clase de piraterías. Se
                        conceden licencias para violar, saquear y matar a gentes inocentes en Irán, Panamá,
                        Colombia, Iraq y muchos lugares más. El gangsterismo económico, los chacales y los
                        ejércitos prosperan en la medida en que se demuestre que sus actividades generan
                        crecimiento económico, como casi siempre ocurre. Gracias a las proyecciones de
                        «ciencias» tan poco imparciales como la econometría y la estadística, si usted
                        bombardea una ciudad y luego la reconstruye, los datos reflejan un pasmoso pico de
                        crecimiento económico.




























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