Page 253 - Confesiones de un ganster economico
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                           La historia real es que estamos viviendo una mentira. Se ha creado un barniz que,
                        como mi curriculum en MAIN, oculta la fatídica corrupción subyacente. Pero hay
                        otras estadísticas que son como radiografías y reflejan ese cáncer, al descubrir la
                        terrorífica realidad de que el imperio más poderoso y más opulento de la historia tiene
                        índices insufriblemente altos de suicidios, toxicomanías, divorcios, malos tratos a los
                        niños, violaciones y asesinatos. Y' lo mismo que un cáncer pernicioso, 'esos males
                        extienden sus tentáculos en un radio cada vez más amplio, año tras año. El dolor,
                        todos lo sentimos en nuestros corazones. Querríamos exigir el cambio a gritos, pero
                        nos tapamos la boca con ambas manos para sofocar esos gritos y que nadie nos oiga.
                          Sería estupendo que pudiéramos culpar de todo eso a una conspiración, pero no
                        hay tal. El imperio precisa de la eficacia de los grandes bancos, de las grandes
                        compañías, de las administraciones —la corporatocracia—, pero no es una
                        conspiración. La corporatocracia somos nosotros. Existe gracias a nosotros. Por eso, a la
                        mayoría nos resulta muy difícil rebelarnos y oponernos a ella. Preferiríamos ver
                        conspiradores acechando por las esquinas oscuras, porque muchos de nosotros
                        trabajamos en uno de esos bancos, corporaciones o administraciones, o dependemos
                        de alguna manera de ellos por los bienes y servicios que producen y comercializan. No
                        es cosa de morder la mano del amo que nos alimenta.
                           Tal era la situación que estaba yo considerando mientras contemplaba, absorto, los
                        grandes titulares en la pantalla de mi ordenador. ¿Cómo va uno a rebelarse contra el
                        sistema que según todas las apariencias le suministra casa y coche, alimento y vestido,
                        electricidad y medicinas? Aunque sepamos que es el mismo sistema que ha creado un
                        mundo en donde mueren de hambre todos los días veinticuatro mil personas, y
                        muchos millones de personas más nos odian, o por lo menos odian las políticas
                        practicadas por nuestros representantes elegidos. ¿Quién tiene valor para salirse de la
                        formación y poner en duda conceptos que uno mismo y quienes le rodean siempre
                        aceptaron como la verdad del evangelio, aunque uno sospeche que el sistema está al
                        borde de la autodestrucción? Con un esfuerzo, me puse en pie y regresé a casa para
                        tomarme otra taza de café.
                           Di un pequeño rodeo y me incliné a recoger el Palm Beach Patf caído junto a mi
                        buzón, en el sendero de acceso de mi garaje. Traía el mismo artículo sobre Irán y la
                        Bechtel, bajo copyright del New York Times. Me fijé en la fecha de la cabecera: 18 de
                        abril. Es una conmemoración, al menos en Nueva Inglaterra, grabada en mi recuerdo por
                        unos padres muy dados a





























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