Page 254 - Confesiones de un ganster economico
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evocar las gestas de nuestra Revolución, y también por el poema de Longfellow:
Escuchad, hijos míos, y os hablaré de la cabalgata
nocturna de Paul Reveré, el dieciocho de abril del Setenta y
Cinco. Hoy casi ninguno queda vivo que recuerde tan
famoso día y año.
El año en que estábamos, el Viernes Santo coincidía con el aniversario de la
cabalgata de Paul Reveré. Al ver la fecha en la primera página del Post evoqué la
imagen de aquel platero' de la época colonial, espoleando su caballo por las calles a
oscuras de las ciudades de Nueva Inglaterra al grito de «¡que vienen los ingleses!».
Reveré arriesgó la vida para difundir la palabra, y sus leales conciudadanos le
respondieron. Se enfrentaron a lo que entonces era el imperio.
Me pregunté qué razones tendrían aquellos norteamericanos de la colonia para
salirse de la fila. Muchos de los insurrectos eran gente adinerada. ¿Por qué motivo
arriesgaron sus negocios, mordieron la mano que los alimentaba y pusieron en peligro
sus vidas? Cada uno de ellos tendría, sin duda, sus razones personales, y sin embargo
debió existir alguna fuerza unificadora, alguna energía o catalizador, una chispa que
inflamó simultáneamente muchos fuegos en ese momento único de la historia.
Entonces supe lo que era: la palabra.
Alguien habló para contar la verdadera historia del imperio británico y del
mercantilismo egoísta y en fin de cuentas autodestructivo, y ésa fue la chispa. La
explicación del significado subyacente, a través de la palabra de hombres como Tom
Paine y Thomas Jefferson, inflamó la imaginación de sus compatriotas, y abrió
corazones y mentes. Los habitantes de las colonias empezaron a poner cosas en duda,
y cuando lo hicieron descubrieron una nueva realidad que acabó con todos los engaños.
Vieron la verdad oculta bajo el barniz, y entendieron cómo habían sido manipulados,
engañados y esclavizados por el Imperio británico.
Vieron que sus amos ingleses habían formulado un sistema, y luego habían
persuadido a casi todo el mundo de una mentira: que era el mejor sistema que la
humanidad pudiese ofrecer nunca, y que la esperanza de un mundo mejor dependía de
que todos los recursos fuesen canalizados a través de la Corona de Inglaterra. Que la
organización imperial del comercio y de la política era el medio más eficiente y
humano para
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