Page 88 - Confesiones de un ganster economico
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Destino Manifiesto en las décadas de 1850 y 1860, al afirmar que Estados
Unidos disfrutaba de una jurisdicción especial sobre todo el hemisferio, que
incluía el derecho a invadir cualquier país de Centroamérica o Suramérica que
no se plegase a la política estadounidense. Teddy Roosevelt invocó la doctrina
Monroe para justificar la intervención estadounidense en la República
Dominicana, y luego en Venezuela y durante la «liberación» de Panamá con
respecto a Colombia. Y toda una serie de sucesores, en especial Taft, Wilson y
Franklin Roosevelt, utilizaron el mismo argumento en apoyo de la expansión de
las actividades panamericanas de Washington hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial. Durante la segunda mitad del siglo XX se acudió a la amenaza
comunista para justificar una nueva generalización del concepto e incluir a
países como Vietnam e Indonesia.
Pero ahora, por lo que parecía, un hombre estorbaba las intenciones de
Washington. Yo sabía que no era el primero, al haberle precedido otros
dirigentes como Castro y Allende, pero sólo Torrijos lo intentaba sin acogerse a
la ideología comunista y sin decir que su movimiento fuese una revolución. Lo
único que estaba diciendo era que Panamá tenía sus derechos, en particular la
soberanía sobre sus gentes, sobre sus tierras y sobre la obra hidráulica que
dividía a éstas en dos. Y estos derechos eran tan válidos y de origen tan sagrado
como los que pudiese pretender Estados Unidos.
Torrijos protestaba también contra la presencia de la Escuela de las Américas
y del centro de instrucción para la guerra tropical del Comando Sur, ambos
instalados en la zona del Canal. Durante años, y por invitación de los militares
estadounidenses, los dictadores y los presidentes de Latinoamérica enviaron a
sus hijos así como a la oficialidad de sus ejércitos para que se formasen en
dichos centros, los más grandes y los mejor equipados fuera del territorio de
Estados Unidos. Allí no sólo aprendieron tácticas militares, sino también técnicas
de interrogatorio y de lucha clandestina que les servirían para combatir el
comunismo y proteger sus propias fortunas así como las de las compañías
petroleras y otras corporaciones privadas. La asistencia proporcionaba además la
oportunidad de relacionarse con los altos mandos estadounidenses.
Eran unas instituciones odiadas por los latinoamericanos, excepto por la
minoría adinerada que se beneficiaba de ellas. Se sabía que allí recibían
entrenamiento los escuadrones de la muerte ultraderechistas y los torturadores
que habían implantado regímenes totalitarios en tantos países. Torrijos dejó bien
sentado que no deseaba tener tales centros de entrenamiento en Panamá... y que
consideraba incluida en sus fronteras la
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