Page 368 - La importancia de las plantas medicinales
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Contribuciones de la biodiversidad
al bienestar humano y la autonomía
cueva de Salamanca, lugar en el que se puede aprender “zanganería” solo
ingresando, no obstante también se reconoce que no todas las personas logran
entrar allí por falta de valor o de transparen- cia en su corazón. En Nuquí se
cuenta una historia sobre alguien que fue a la cueva de Salamanca con
intenciones de convertirse en curandero, para esto debía atravesar un río, del
otro lado escuchó que le gritaron “ahora vamos a pasar”, pero no vio ninguna
embarcación, en su lugar llegó un cai- mán enorme sobre el cual debía llegar a la
otra orilla. Cuando llegó allí tuvo la oportunidad de visi- tar diferentes espacios,
cada uno habitado por espíritus que transfieren saberes específicos al futuro
“chinango”, como puede ser la curación de enfermedades, manejo del
territorio, de los seres vivos que allí habitan y de los fenómenos naturales que
ocurren. Se piensa que la cueva de Salamanca es, por decirlo así, un portal que
comunica con el mundo de abajo, pues refieren que allí viven los “sin-culo”,
seres inmortales que se alimentan del olor de los alimentos. Afirman que esta
es una visión compartida con la cosmogonía emberá y que probablemente esta
forma de aprender y otras modalidades rituales de la “chinanguería”, proviene
del intercambio cultural con esta etnia indí- gena; algunos chinangos aprenden
de indígenas emberá sea por consanguinidad o compadrazgo. Para lograr
adquirir suficientes capacidades curativas los chinangos nuquiseños deben
recibir las enseñanzas de varios maestros. Entre los afrocolombianos de Nuquí
el aprendizaje de “secretos” para curar, suele comenzar al inicio de la adultez,
es decir, desde los dieciséis o veinte años, pues a partir de esta edad se dice los
jóvenes “saben pensar por sí solos”, tienen responsabilidad y pue- den decidir si
serán capaces de cumplir los requisitos que estos saberes imponen. Para
mantener la efectividad de un “secreto”, en Nuquí se dice es necesario que su
conocedor y quien lo recibe no estén “mal dormidos”, es decir, que no hayan
tenido recientemente relaciones sexuales. En esta población afrodescendiente