Page 46 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  mente al señor Hawkins en secreto. Y también a Mina, pues a
                  ella le podía escribir en taquigrafía, lo cual seguramente dejaría
                  perplejo al conde si leía la carta. Una vez que hube escrito mis
                  dos cartas, me senté calmadamente, leyendo un libro mientras el
                  conde escribía varias notas, acudiendo mientras las escribía a
                  algunos libros sobre su mesa. Luego tomó mis dos cartas y las
                  colocó con las de él, y guardó los utensilios con que había escri
                  to. En el instante en que la puerta se cerró tras él, yo me incliné
                  y miré los sobres que estaban boca abajo sobre la mesa. No
                  sentí ningún escrúpulo en hacer esto, pues bajo las circunstan
                  cias sentía que debía protegerme de cualquier manera posible.
                         Una de las cartas estaba dirigida a Samuel F. Billington,
                  número 7, La Creciente, Whitby; otra a herr Leutner, Varna; la
                  tercera era para Coutts & Co., Londres, y la cuarta para Herren
                  Klopstock & Billreuth, banqueros, Budapest. La segunda y la
                  cuarta no estaban cerradas. Estaba a punto de verlas cuando
                  noté que la perilla de la puerta se movía. Me dejé caer sobre mi
                  asiento, teniendo apenas el tiempo necesario para colocar las
                  cartas como habían estado y para reiniciar la lectura de mi libro,
                  antes de que el conde entrara llevando todavía otra carta en la
                  mano. Tomó todas las otras misivas que estaban sobre la mesa
                  y las estampó cuidadosamente, y luego, volviéndose a mí, dijo:
                         —Confío en que usted me perdonará, pero tengo mucho
                  trabajo en privado que hacer esta noche. Espero que usted en
                  cuentre todas las cosas que necesita.

                         Ya en la puerta se volvió, y después de un momento de
                  pausa,dijo:
                         —Permítame que le aconseje, mi querido joven amigo;
                  no, permítame que le advierta con toda seriedad que en caso de
                  que usted deje estos cuartos, por ningún motivo se quede dor
                  mido en cualquier otra parte del castillo. Es viejo y tiene muchas
                  memorias, y hay muchas pesadillas para aquellos que no duer
                  men sabiamente. ¡Se lo advierto! En caso de que el sueño lo
                  dominase ahora o en otra oportunidad o esté a punto de domi
                  narlo, regrese deprisa a su propia habitación o a estos cuartos,
                  pues entonces podrá descansar a salvo. Pero no siendo usted
                  cuidadoso a este respecto, entonces... —terminó su discurso de
                  una manera horripilante, pues hizo un movimiento con las manos
                  como si se las estuviera lavando.
                         Yo casi le entendí. Mi única duda era de si cualquier
                  sueño pudiera ser más terrible que la red sobrenatural, horrible,




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