Page 89 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Yo moví la cabeza y le dije que de momento temía que
                  no sería posible, pero que vería lo que podía hacer. Su rostro se
                  ensombreció y yo pude ver una advertencia de peligro en él,
                  pues me echo una mirada torva, que significaba deseos de ma
                  tar. El hombre es un homicida maniático en potencia. Lo probaré
                  con sus actuales deseos y veré qué resulta de todo eso: enton
                  ces sabré más.


                         10 p. m. Lo he visitado otra vez y lo encontré sentado en
                  un rincón, cabizbajo.
                         Cuando entré, cayó de rodillas ante mí y me imploró que
                  por favor lo dejara tener un gato; que su salvación dependía de
                  él. Sin embargo, yo fui firme y le dije que no podía decírselo, por
                  lo que se levantó sin decir palabra, se sentó otra vez en el rincón
                  donde lo había encontrado y comenzó a mordisquearse los de
                  dos. Vendré a verlo temprano por la mañana.


                         20 de julio. Visité muy temprano a Renfield, antes de que
                  mi ayudante hiciera la ronda. Lo encontré ya levantado, tara
                  reando una tonada. Estaba esparciendo el azúcar que ha guar
                  dado en la ventana, y estaba comenzando otra vez a cazar mos
                  cas; y estaba comenzando otra vez con alegría. Miré en torno
                  buscando sus pájaros, y al no verlos le pregunté donde estaban.
                  Me contestó, sin volverse a verme, que todos se habían escapa
                  do. Había unas cuantas plumas en el cuarto y en su almohada
                  había unas gotas de sangre. No dije nada, pero fui y ordené al
                  guardián que me reportara si le había sucedido alguna cosa rara
                  a Renfield durante el día.
                         11 a. m. Mi asistente acaba de venir a verme para de
                  cirme que Renfield está muy enfermo y que ha vomitado muchas
                  plumas. "Mi creencia es, doctor —me dijo—, que se ha comido
                  todos sus pájaros, ¡y que se los ha comido así crudos, sin más!".
                         11 p. m. Esta noche le di a Renfield un sedante fuerte,
                  suficiente para hacerlo dormir incluso a él, y tomé su libreta para
                  echarle una mirada. El pensamiento que ha estado rondando por
                  mi cerebro últimamente está completo, y la teoría probada. Mi
                  maniático homicida es de una clase peculiar. Tendré que inven
                  tar una nueva clasificación para él y llamarlo maniático zoófago
                  (que se alimenta de cosas vivientes); lo que él desea es absor
                  ber tantas vidas como pueda, y se ha impuesto la tarea de lograr




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