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COMUNICACIÓN
Había una vez una mujer muy dedicada a su hogar que se había casado con su es-
poso siendo muy joven. Habían tenido tres hijos que ahora superaban ya los 20 años.
Ella lo amaba entrañablemente. El la amaba y respetaba cada día en forma renovada.
Siendo él parco en expresiones no solía manifestarle amor explícitamente.
Un día ella enfermó gravemente. Los médicos decidieron no internarla ya que le
explicaron a la familia que, aunque hicieran lo que hicieran ella no viviría más que
unos meses. Así que recomendaron que se quedara en su amado hogar con sus ama-
dos seres. Ella debía descansar, así que dijeron los doctores que no le dieran ninguna
tarea que consumiera la poca energía que tenía.
Entonces la familia se organizó y cada uno cumplió alguna de las tareas que ella
había hecho durante tantos años con infinito amor.
Desde su cama ella pensaba:
“Se arreglan muy bien sin mí, nunca fui necesaria”.
Pero no manifestó lo que sentía.
Los hijos pensaban:
“No importa que tengamos que dejar algunas actividades de lado para poder ayu-
dar a nuestra madre. Ella merece ver que la ayudamos a no preocuparse por la casa ni
por nuestra comida”.
Pero no se lo dijeron.
El esposo pensaba:
“La amo tanto que haré todo para que vea la casa reluciente, para que vea que es
mi forma de decirle que la amo”.
Pero no se lo dijo.
Ella pensaba:
“Fui para él como una mucama, en vez de acompañarme en estos días dedica el
tiempo a limpiar, acaso tanto le importa que la casa esté reluciente ¿por qué está tan
poco tiempo conmigo?”
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