Page 45 - Libro para Angi
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MARiA ANTONIETA OSORNIO RAMiREZ
Quedaron de venir un martes en la tarde y espere y espere ... nunca
llegaron. "Encima de todo, ni siquiera vienen 11 , pense, cristalizando la
decision de quitarme la vida.
Al dfa siguiente, ya sin acordarme de ellas, tocaron a la puerta.
Entraron dos mujeres de aspecto elegante y sencillo, con un animo y
alegrfa que llamaron mi atencion. "No pudimos venir ayer pero yo sabfa
que hoy era cuando mas nos necesitabas. Estas desesperada 11 , dijo
Martha. Sus palabras, no solo fueron palabras; SU mirada llena de
dulzura y de un amor tan claro; por primera vez desde el accidente
tocaron el fondo de mi corazon destrozado y me susurraron una espe-
ranza. Fue tan inesperado el encuentro que me cimbro y no dio espacio
a que pudiera defenderme. Platicaron conmigo poco tiempo, pero su
presencia fue de una calidad que nunca antes habfa sentido.
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Conozco -dijo Martha- a muchas personas invalidas del alma,
pero en ti veo que es solo tu cuerpo el que no tiene movimiento 11 • Sus
palabras me impresionaron profundamente y como unico asidero ante
el abismo, decidf no soltarme de ellas, y ponerme en sus manos para
ayudarme a mi misma.
Marcela venfa cada semana a platicar. Entonces no sabfa que eso
se llamaba terapia. Es mas, el nombre era lo de menos. De lo que me
daba cuenta era que, platicando con ella, mi corazon muy poco a poco
se iba sintiendo menos adolorido y solo. Semana con semana abrigaba
la ilusion de verla. Masque una ilusion, era desesperacion de su compa-
fifa. Un dfa me dijo que ya no podrfa venir. Que yo tendrfa que ir a su
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consultorio. Me Ilene de rabia. i Esta, que se cree ! l Como era posible
queen mis condiciones me lo pi di era? 1_,No se daba cuenta lo dificil que era
desplazarme de un lado a otro aun en mi misma casa? Ademas, al no
controlar los esfinteres por completo sentfa la angustia terrible de queen su
presencia me ocurriera un accidente. No hubo manera de que Marcela
cambiara la decision y fue asf como, a pesar mfo, despues de cuatro afios
de encierro sali de entre aquellas cuatro paredes. Iba semanalmente a
verla yen esas visitas experimentaba instantes de contento. Sin embar-
go, a veces le hablaba para decirle que me costaba trabajo ir o que esa
semana quisiera que me viera en otro momento. Con voz dulce y
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tranquila, pero con gran firmeza, Marcela me contestaba: Si no vienes
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