Page 32 - Vida de San Agustín
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Durante muchos años esperó ver a Manes, “el hombre de las


                  respuestas”.  Hasta  que  llegó  el  momento  del  encuentro

                  esperado.  Agustín  nunca  había  estado  tan  contento  de


                  encontrarse  con  alguien,  como  lo  estaba  aquel  día  de  la

                  entrevista anhelada. “Por fin –decía–, la incertidumbre llegó a


                  su  final”.  El  corazón  de  Agustín  irradiaba  alegría.  En  el

                  encuentro con Manes esperaba el reposo de su alma inquieta

                  por la verdad, pero cuando lo tuvo cerca, se dio cuenta que el


                  tal Manes era un fraude.




                  Junto  a  Agustín  había  otros  hombres  que  esperaban

                  encontrar  las  mismas  respuestas  que  él  buscaba,  pero  no


                  tenían la prisa que Agustín tenía por resolver aquellas dudas.

                  El  tal  Manes,  con  su  lenguaje,  con  su  porte  y  astucia;  era


                  capaz de engañar a muchos, no respondiendo con la verdad,

                  sino  deslumbrando  con  la  elocuencia  y  elegancia  del


                  lenguaje.  Aquella  tarde,  en  que  estaban  reunidos,  fue  el

                  momento preciso de Agustín para saturar la corta inteligencia

                  de  aquel  hombre,  con  tantas  preguntas  nada  fáciles  de


                  responder; sobre todo, a un sabio tan exigente, como el que

                  tenía  en  frente.  Quienes  oían,  hacían  diferentes  gestos


                  corporales y seguían atentos aquella discusión, caliente por el






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