Page 33 - Vida de San Agustín
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fuego de aquellos hombres e interesante por la pertinencia
del diálogo.
Manes intentó responder, pero no con la precisión y claridad
que le urgía a Agustín, quien no le vio ni el interés ni la
capacidad para resolver sus dudas. Se percató que ignoraba
muchas cosas, que él mismo manejaba con destreza. Sin
embargo, la decepción y el dolor que esto provocó en él, no
fue causa para rechazar a aquel hombre. Su simpatía, el don
de gente y el gesto de humildad al no exponerse ante temas
que no conocía, agradó a Agustín. Aunque, no por eso
renunció a continuar buscando las respuestas que este no
pudo contestar; mucho menos, aceptó todas las mentiras que
le habían dicho los discípulos de Manes, “el ignorante”.
Agustín se quedó un tiempo más en la secta mientras
encontraba respuestas a sus preguntas; también, deseoso de
gozar de los beneficios que podía obtener de algunos amigos
maniqueos que trabajaban en la corte imperial.
Habían pasado algunos años. Se gastaba la vida trabajando.
Era profesor de retórica y vivía muy bien económicamente.
Abundaban las amistades e influencias que le daban
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