Page 170 - Desde los ojos de un fantasma
P. 170

—Todos nosotros somos niños… niños fantasmas, como podrá notar —se

               presentó Fernando aprovechando el largo descenso del aparato.

               —¿Fan-tas-mas? —preguntó Míster Pro Tercero presa del pánico, apenas con un
               hilito de voz.


               —Sí, señor, somos espectros, pero no tiene por qué espantarse —respondió
               Enriqueta con algo de enfado—. No somos, a pesar de lo que se cuenta, cosa del
               otro mundo. En realidad los fantasmas somos tan comunes como una mariposa o

               una puesta de sol.

               —Y además no tenemos las malas intenciones de gente como usted —terció
               Esperanza—. Así que por favor deje de temblar como una hoja, que no

               queremos hacerle daño.

               —¿Entonces para qué me han secuestrado?


               —Queremos que nos devuelva los dibujos.


               Instintivamente Míster Pro Tercero afianzó el portafolios contra su pecho, los
               niños fantasmas dieron un paso hacia él, y entonces comprendió que era inútil:
               no tenía escapatoria.


               —Lisboa es la última oportunidad que tiene el mundo para frenar la invasión de
               los besitos de plástico. La gente tiene que conocer los dibujos de Sara para que
               vea lo que perdió —completó Fernando su explicación.


               —Eso será imposible, los Smileys ya reinan en el mundo. Treinta tontos
               fantasmas harapientos no van a poder cambiar las cosas —dijo el ejecutivo con
               desprecio, lanzando hacia ellos los dibujos.


               —No nos subestime; en Espectra tenemos nuestros métodos —respondió el
               elevadorista, sin poder evitar un tono de cierta jactancia, al tiempo que abría las
               puertas del ascensor. Habían llegado a la planta baja. Frente al ejecutivo se
               alzaban los imponentes cimientos de una ciudad fantástica.


               La vanidad del elevadorista quedó plenamente justificada.


               Espectra o el infinito.
   165   166   167   168   169   170   171   172   173   174   175