Page 172 - Desde los ojos de un fantasma
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—¡Mis padres llegaron de Caracas, qué bonita!


               —¡Mis abuelos se establecieron en Nueva York!


               —¡Mi tatarabuelo encontró refugio en Tel Aviv!


               Y así, cada uno de aquellos espectros halló una historia en el fondo de esos
               trazos. Una historia que tenía que ver con el eterno ir y venir de vivos y muertos.


               Algunos nunos y languis que se encontraban por allí se acercaron también para
               admirar los dibujos de Sara. Muy pocos habitantes de Espectra se habían
               aventurado a salir a la superficie; por eso aquel vistoso universo que se les reveló
               a través de los trazos de la pequeña les pareció tan hermoso.


               Los rumores que llegaban desde la superficie hablaban de edificios tan grandes
               como montañas, avenidas majestuosas como ríos congelados, puentes que
               desafiaban toda lógica. Las ciudades humanas eran para languis y nunos tan
               sorprendentes como para los hombres podía ser Espectra. Y aquellas hojas de
               papel les confirmaban la existencia de todas esas maravillas.


               El primer nuno que pudo observar los dibujos olvidó de golpe lo que le estaba
               contando a su langui particular y comenzó a describir lo que desde aquel papel
               se le revelaba. En el encabezado decía Bilbao.


               “Es una ciudad oscura vigilada por dos gigantes: un perro vegetal y una araña
               cristalina. Algún titán pasó por aquí y exprimió un edificio como si de una lata
               se tratara. Supongo que por eso han llamado al par de vigilantes. En otro de los
               extremos de la ciudad hay otro templo. Metálico también. Es de color blanco,

               quizá gris. Desde allí unos hombres rayados celebran un hermoso rito entre el
               lodo y la hierba. El color de aquel pasto es de un verde que quisiera ser negro. Al
               centro de Bilbao hay sietes calles color sepia. Siete calles que son pequeñas cajas
               diminutas en las que sin embargo caben grandes edificios. Uno de ellos alberga
               una tienda de sombreros atendida por una señora muy amable cuya sonrisa
               alcanza para iluminar toda Bilbao. Son siete calles que se multiplican por siete
               calles que se multiplican por siete calles para dar como resultado siete calles.”


               El langui que escuchó todo aquello agradeció a Drumena Kaya la existencia de
               los nunos.


               Otro de los nunos que andaban por allí tomó un dibujo de Sara y comenzó a
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