Page 52 - Desde los ojos de un fantasma
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Alves salió del locutorio a la hora de la comida. Distraídamente dio los primeros
               pasos de su mínima caminata con rumbo a La Escalera pero de reojo notó algo
               extraño. Algo que no debía estar pero que sin embargo estaba.


               Como cuando descubrimos un ratón que corre pegado a la pared. Primero lo
               percibimos con algo que no son los ojos y entonces, una vez disparada la alarma,
               lo vemos realmente.


               Digamos que el inconsciente del señor Alves fue el que registró la anomalía;
               entonces él tuvo que detenerse y utilizar los ojos para descubrirla: en donde
               debería estar la florería de Beatriz, un localito de no más de tres metros de

               frente, se había instalado la sucursal de una extraña cafetería. Se sabía que era un
               café por el enorme letrero que lo anunciaba, pero la verdad no daban muchas
               ganas de sentarse allí. Parecía más bien una fría tienda de plantas de plástico.


               Alves se alejó de la construcción para tener una mejor perspectiva de la fachada
               pensando que probablemente había cometido un error. Sin embargo, la distancia
               le permitió confirmar que aquel era el mismo edificio donde apenas el día
               anterior estaba la florería.


               —¿Cuándo lo inauguran? —le preguntó el señor Alves a un joven sonriente que
               no paraba de dar órdenes a los trabajadores que estaban acondicionando el sitio.


               —Hoy mismo por la tarde. No hay tiempo que perder. El tiempo es dinero y el
               dinero es la felicidad. Ojalá pueda acompañarnos a la apertura.


               —¿El dueño es alguien del barrio?

               —¿Cómo dice? —preguntó el joven, sin perder el aparente brillo alegre de su
               mirada pero sin comprender ni el más mínimo sentido de las palabras de Alves.


               —Pensé que tal vez el dueño del café estaría en la inauguración, quería ponerme
               a sus órdenes. Yo también tengo un negocio aquí en el barrio…


               —Me temo que el dueño de Smileys Café debe de tener ocupaciones más
               importantes que venir a inaugurar una modesta sucursal en Alfama —
               interrumpió el joven sonriente la explicación que el señor Alves comenzaba a
               darle—; además, aunque quisiera no podría asistir porque diariamente se
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