Page 56 - Desde los ojos de un fantasma
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—¿De dónde lo copiaste?


               —No lo copié, me lo describió una niña que se llama Gabriela Siboldi; aquí lo
               escribí, mira —dijo Sara señalando la firma de su amiga.


               —Pues ahora en Montevideo ya no hay ni Palacio Salvo ni palmeras ni nada.
               Toda la ciudad está tapizada con sonrisas de plástico. En lugar de antena
               colocaron una gigantesca cabeza de perro chihuahueño que, la verdad, se ve muy
               tétrica.


               —¡Una cabeza de perro en la punta de un edificio!


               —¡Ciento noventa y cinco cabezas de perro! Una en cada uno de los edificios
               más famosos de cada país. Es lo que quiere hacer un productor musical muy
               famoso, lo acabo de escuchar en la radio.


               —Es una locura; dentro de poco todo esto será solo un recuerdo —dijo Sara muy
               triste, señalando hacia su pared mientras volvía a pegar el dibujo de la ciudad de
               Montevideo.


               —¿Quieres que te describa qué más cosas vi?


               —No, creo que no, yo inventé el juego de las Ciudades Habladas para pasarla
               bien, no para sufrir. Además ya tengo varios dibujos de las nuevas ciudades y
               todos son espantosamente parecidos.


               Y entonces sacó de uno de los cajones de su escritorio por lo menos una docena
               de dibujos. Eran muy parecidos unos a otros. Lo único que cambiaba era el
               nombre de la ciudad. Por lo demás, no existía ningún elemento importante que
               pudiera diferenciarlos. Todos eran una colección de aluminio, vidrio y plástico.


               —Algo habría qué hacer —propuso Oliverio.


               —Algo, pero ¿qué? —preguntó pensativa Sara mientras cerraba el triste cajón.
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