Page 54 - Desde los ojos de un fantasma
P. 54
—Un café sin café. Te sirven nada más el agua caliente. El Café Invisible es el
último grito de la moda en las barras de media Europa. Ya hacía falta que alguien
aquí nos permitiera vivir como gente de verdad.
—Yo te puedo servir agua caliente las veces que quieras —intervino Gio, el
dueño de La Escalera.
—¿Y cuánto me cobrarías por una taza de esas?
—No te cobraría nada, por supuesto. Siempre hay agua caliente en la cafetera.
No me cuesta nada servirla en una tacita.
—¡Precisamente por eso nunca serás un empresario respetado! —estalló Luis,
pero sin dejar de enarbolar su horrible sonrisa—. Una de las gracias del Café
Invisible es que cuesta cinco euros en cualquier sucursal de Smileys Café.
—¿No es un poco caro para una taza de nada?
—¡Es un regalo! Ayer tuve la oportunidad de tomar un Café Invisible y debo
confesarles que fue una experiencia maravillosa —insistió el pescadero—. Perdí
cuarenta minutos en la fila pero valió la pena.
—Pues yo sigo prefiriendo mi exprés doble —anunció María, la vendedora de
diarios.
—Por gente como ustedes Lisboa sigue siendo un pueblo perdido en la nada —
dijo Luis, antes de abandonar el local sumamente contrariado. Sin embargo, a
pesar de la molestia, una espantosa sonrisa continuaba colgada de su rostro.
Parecía una máscara.
Una máscara que sonreía por no llorar.
La extraña sombra de falso optimismo llegó hasta las Ciudades Habladas que la
pequeña Sara dibujaba en el Conversario. Las descripciones de los niños eran
cada vez más vagas y vacías. Como si aquellas ciudades fueran perdiendo su
gracia. Como si estuvieran siendo rediseñadas por un arquitecto flojo y aburrido
que utilizara el mismo plano para todos los edificios.