Page 100 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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Era preciso hacerla entender.
—Tu hermano tiene una enfermedad que le hace imposible darse cuenta de si
está triste o no.
Natalia suspiró y, bajando la mirada, dijo en un tono muy cercano al puchero:
—Yo quería presentarle a Emilia a mi hermano.
—Sabes muy bien que no puedes contarle a nadie sobre él.
La mujer no dejaba de jugar nerviosamente con el conejo de trapo. El cascabel
que colgaba de su cuello sonaba con cada movimiento.
La pequeña Natalia suspiró y tomando valor se atrevió a decir:
—Mamá, no te vayas a molestar, pero hoy la maestra nos hizo que dibujáramos
en una hoja a nuestra familia en nuestra casa. —En ese momento, la señora
Orozco hubiera querido decir algo como “No te habrás atrevido”, pero las
palabras no alcanzaron a salir por su garganta. Su hija continuó explicando—: La
maestra me preguntó quién era ese niño encerrado en un corral y yo se lo dije.
Le dije que tú y papá habían encerrado a Osvaldo por su bien.
Maribel Orozco apretó al conejo de trapo con todas las fuerzas que su puño le
permitió:
—¿Te das cuenta de lo que has hecho, Natalia?
—La maestra me dijo que va a venir a hablar contigo —dijo con firmeza la niña.
Se hizo entonces un silencio tan grande como los árboles que rodeaban ese
tranquilo vecindario. Si el conejo hubiera sido de verdad, seguramente se habría
podido escuchar su respiración.
—¿Sabes lo difícil que fue conseguir que viviéramos en esta casa? —Las
palabras de Maribel parecían el ruego de alguien atrapado en un callejón sin
salida.
Natalia se acercó a su madre y le acarició el cabello. Dos minutos pasaron.