Page 96 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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Al final, en el piso superior: las recámaras. Tres. Conectadas por un largo
               pasillo. Plantas. Una mesa con adornos. Un gran espejo. Excursión a la recámara
               matrimonial. Una expresión de asombro de la señora Ruiz ante el cuadro sobre la

               cabecera de la cama; obra de un reconocido pintor oaxaqueño. Dijo la visitante
               con una cierta envidia: “Parece que tuvieras el mar en tu casa”.

               —¿Y esa recámara? —preguntó Patricia al mirar la puerta cerrada al final del

               pasillo.

               —Esa te la debo. La estamos usando ahora como bodega.


               “Claro —pensó Patricia Ruiz—, en algún lugar debían estar todas esas cajas”.
               Solo una cosa la turbó, un sonido que parecía provenir del interior. “¿Será
               posible que una casa tan ordenada tenga ratas?”. Desde luego, este pensamiento
               no se atrevió a externarlo.


               —Y esa —dijo con orgullo la señora Orozco mientras señalaba la puerta de
               madera situada justo a mitad del pasillo— es la recámara de mi princesa.






               —Tal vez debemos llevar a Osvaldo al parque. —La señora Spears seguía
               abogando por el bienestar de Osvaldo.


               —¿No cree que le haga daño? —preguntó con cierta preocupación Susana
               Aguilera.


               —Al contrario, comadre. El sol siempre es saludable.


               —Tiene razón, comadre. Mi doctor siempre me recomienda un poco de sol.


               —No es bueno que un niño no salga ni tenga amigos.


               —Me ha convencido, comadre. Llevemos a Osvaldo por un helado y un poco de
               sol.

               —Podemos llevar también a Nicole y a Jennifer.
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