Page 45 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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LUIS EDUARDO A LA UNA...






               Toño Malpica






               ESTA HISTORIA TIENE varios elementos importantes. El primero: una casa de
               muñecas color lila, con cochera y auto. El segundo: una computadora con
               conexión de banda ancha. El tercero: una niña tlapaneca. El cuarto: dos
               hermanos con dos nombres cada uno. El quinto: un perro con los ojos bien
               abiertos.


               Hay que tener en cuenta todos esos detalles porque todos tienen mucho que ver
               con esta historia que voy a contar y que es absolutamente cierta.


               Muchos pensarán que no es así, que me lo he inventado todo, que las personas
               no son así y que más me valdría guardarme mis mentiras para mí. Pero miren si
               yo sabré de personas. Por eso es que puedo contar este relato.


               Y por eso, para iniciar, vayamos directo a uno de los elementos de mi lista. Un
               perro con los ojos bien abiertos. Y las orejas, ni se diga.






               Gorila, para servirles. Sé que no es un nombre muy apropiado para un perro,
               pero es el que me asignó el padre de los dos hermanos con dos nombres cada
               uno, y ni modo de molestarse por ello. Cuando el hermano menor era muy
               pequeño le atemorizaban los gorilas (en algún lugar vio pedazos de la película
               King Kong y no durmió por varias noches). Así que el padre le regaló un
               cachorro de San Bernardo, uno que se llamaba Gorila (para servirles), con la
               intención de que el miedo del niño se fuera para siempre. No sé nada del miedo a
               los gorilas, pero sí sé que el pequeño, desde entonces, ha sido mi mejor amigo.


               Es raro ver a dos mejores amigos como nosotros. Imaginen la estampa: nuestras
               narices se tocan una con la otra cuando estamos de pie, frente a frente y jugando
               a mirarnos hasta que nuestros dos ojos se vuelven uno solo.
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