Page 116 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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ERA mi primera noche libre después del retiro voluntario en el fondo de una
               botella, así que lo que menos se me antojaba era encerrarme en mi cuarto del
               Hotel Flores que Ya Vieron Pasar los Mejores Tiempos. Quería, de alguna
               manera, aprovechar aquellas horas. Seguro que eran signos de madurez.


               Y es que antes, cuando me sentía justo como en ese momento, con ganas de
               beberme la vida a grandes sorbos, me iba a jugar horas y horas al frontón.
               Después, exhausto, disfrutaba la frescura de un melón, al tiempo que leía unas

               páginas del Tremendario sin reparar en lo más mínimo ante la belleza de la letra
               o. ¡Cuánta inmadurez!

               Pero esa noche, al salir de casa de Daniel, todo fue distinto. No había tiempo que

               perder, así que me fui a jugar horas y horas al frontenis. Después, exhausto,
               disfruté la frescura de un melón chino, mientras me deleitaba, por partida doble,
               con unas cuantas páginas del Tremendario y con sus hermosísimas os. ¡Era claro
               que mis gustos habían dado un giro de ciento ochenta grados!


               Esa madrugada leí en el Tremendario un capítulo que marcó el rumbo de mi
               nueva existencia de manera determinante. Y es que si tú, amable Arroyuelo de
               apellido australiano y graciosamente repetido, estás leyendo estas líneas, se debe
               precisamente a la bella crónica del sabio Nivlak que descubrí en aquellas
               mágicas horas.


               Transcribo, por ser muy importante para la comprensión de esta biografía, el
               capítulo al que estoy haciendo referencia:






               Escrito está en los granos de arena de una playa en Shakur que un día llegaron
               las aguas. No surgieron del cielo ni del suelo. Brotaron de los ojos de Drumena
               Kaya cuando vio un atardecer hermoso.


               —Esto me recuerda algo que haré un día —dijo en un susurro, y entonces surgió
               la primera tristeza.


               En ese momento Drumena Kaya pudo elegir entre reír o llorar. Eligió llorar.

               Sin embargo, antes de las lágrimas una leve sonrisa se dibujó por un instante en
               su rostro (por eso algunos ríen de tristeza y lloran de alegría).
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